Chiara se tumbó sobre el cuerpo de Violeta, que atrajo el suyo más cerca abrazando la cadera de la cantante con sus piernas. La pelvis de Chiara se movía suavemente sobre su centro, haciendo que la pelirroja se desconcentrara del beso que no habían separado aún. Con la boca entreabierta y los ojos cerrados, mientras Chiara se movía sobre ella, aún con la ropa del pijama, entrelazó sus propios dedos tras el cuello de la cantante y se mordió el labio inferior.
—Mírame, por favor —murmuró la morena. —Quiero verte.
Violeta abrió los ojos al instante y se estremeció. Las pupilas de Chiara, claramente visibles, estaban dilatadas, tratando de acostumbrarse a la oscuridad en la que la noche sumergía aquella habitación. Posiblemente, en el exterior, la temperatura de una época casi invernal, rozaba los grados bajo cero. Allí, el calor que ambos cuerpos emanaban, debido a una necesidad incandescente, hacía que sobrara toda la ropa. A Chiara se le cruzaban pensamientos por la cabeza mientras miraba a Violeta. Le gustaría estar tan cerca de ella, tan irremediablemente cerca, sentirla tanto... que estar piel con piel no parecía suficiente.
—Tienes los ojos más bonitos que he visto nunca —musitó Violeta, acariciando la mandíbula de Chiara con la yema de sus pulgares. —Eres preciosa.
Chiara no contestó. Se lanzó a su boca de nuevo, atrapó sus labios e introdujo la lengua, chocando contra los dientes de la pelirroja que, en un instinto primitivo, los usó para morderla. Chiara se quejó con un bufido que fue rápidamente sustituido por un gemido cuando Violeta suavizó la herida repasándosela con la lengua. Luego, la cantante, descendió tiernamente por su mandíbula, dejando besos sutiles y dulces en la piel de la pelirroja, que se sacudía sobre las sábanas que vestían el colchón del hotel. Cuando llegó al lóbulo de su oreja, lo mordió delicadamente, lo besó y lo chupó. Y se atrevió a ir más allá y a susurrarle al oído:
—Te quiero —continuó —: como jamás antes había querido a nadie.
Violeta se estremeció y se agarró de las sábanas de color blanco. Volvió a cerrar los ojos, agarrando y haciendo suyas cada una de aquellas palabras. ¿Tal vez aquello no estaba tan mal? ¿Tal vez solo habían hablado sus miedos? ¿Tal vez podrían con todo? Llevó sus manos, cuando se recuperó de la sacudida que las palabras de Chiara habían provocado en ella, a su camiseta y se deshizo de ella. Chiara se sentó a horcajadas sobre Violeta y le ayudó, deshaciéndose también del jersey de pijama de la pelirroja de una sacudida.
Algo en aquella segunda vez que estaban haciéndolo se sentía diferente, se sentía especial. Violeta sentía aquel encuentro más romántico, más místico, más especial. Sentía como si Chiara estuviera elevándola a un terreno mucho más allá del plano físico. Aquello no era sexo normal. Era la demostración de una conexión que podía palparse, aunque no fuera visible. Una conexión rara, como de almas gemelas. Violeta tuvo un pensamiento que le pareció tan impulsivo como real: ella tampoco se había sentido así antes.
Se sentó en el colchón para atrapar uno de los pezones de Chiara con sus labios, mientras masajeaba su otro pecho con la mano derecha. Chiara lanzó su cabeza hacia atrás, su estómago encogiéndose al sentir el contacto de los labios de la guardaespaldas sobre esa zona íntima.
—Si solo supieran como tú me tocas...
Violeta volvió a sentir un escalofrío recorrer su espina dorsal. Es verdad, si la gente supiera lo que hacían a escondidas, todo aquello podría terminar de inmediato. O, tal vez, no. Tal vez, solo sería todo mucho más fácil al no haber motivos para andar escondiéndose. Pero por un lado estaba Noemí y, por otro lado, uno que daba mucho más miedo, estaba Nikolay. Violeta sacudió la cabeza, como si así pudiera enviar muy lejos ese pensamiento. No, esa noche solo eran Chiara y ella. Ella y Chiara. Y la cantante estaba moviendo sus caderas, cada vez más incontrolablemente, sobre su pelvis, descontrolando todos y cada uno de sus sentidos, enviándolos cerca de la luna llena que iluminaba aquel cielo de Newcastle.
—Déjame tocarte —suplicó Violeta, dando suaves besos en el cuello de Chiara, la cual asintió y se bajó de sus piernas, colocándose a su lado en el colchón. —No soportaría verte sabiendo que, cada día que pasa, estás más cerca de olvidarme.
La cantante alzó sus manos para agarrar el rostro de Violeta y atraerlo hacia ella, besando fervientemente sus labios. Ni siquiera ella, que había escrito la letra de la canción, era capaz de creérsela.
—Cada día que ha pasado he estado más cerca de morir de amor —recitó con un dulce susurro en los labios de la pelirroja. —Estaba muy lejos de empezar a olvidarte.
Violeta se sintió aliviada. Aquellas últimas palabras de la nueva canción le habían destrozado el corazón y, en el fondo, necesitaba una confirmación real de que solo era eso, la letra de una canción. Que no había nada de verdad en ella. Que su rostro no estaba disipándose de su cabeza, que seguía soñándola, como a ella le pasaba cada noche que conseguía pegar ojo. La pelirroja asintió, su mandíbula tensa y los ojos cerrados de alivio. Suspiró. Y bajó sus manos, acariciando cada centímetro de piel del abdomen de la cantante, hasta alcanzar su ropa interior. Chiara tragó saliva. Ya lo habían hecho antes, pero aquella noche era más intenso, más real: más romántico. Estaba claro que estaba locamente enamorada de ella, porque cuando se deshizo de su tanga y la recorrió con la mirada, un escalofrío hizo que todos los vellos de su cuerpo se erizaran. Violeta se relamió los labios, pero en su rostro no había lascivia, había algo más: había amor. Sus ojos conectaron y unas tiernas sonrisas, sonrisas casi adolescentes, se dibujaron en ambos rostros. Chiara alzó sus índices a los hoyuelos de Violeta, que se sonrojó sutilmente.
—Me encanta cuando sé que soy yo quien los activa —dijo con voz queda, casi inaudible. Pero supo que Violeta lo había oído, porque los hoyuelos se profundizaron aún más y pudo sentir cómo su cuerpo temblaba sobre ella. —Eres perfecta, Vivi.
—Ni mucho menos —sonrió aún más. —Pero con serlo para ti, me basta y me sobra. Solo quiero que me mires tú. Solo quiero que me toques tú. Solo te quiero a ti.
Chiara cerró los ojos de placer al oírlo y tomó a Violeta de la muñeca para que aliviara la palpitación de su centro. Esta rio entre dientes y aceptó. Comenzó haciendo círculos alrededor del clítoris de Chiara, que nada más sentir sus dedos posarse, comenzó a bufar. Abrió los ojos de repente, conectando con los de Violeta, cuando poco después, esta introdujo un dedo en su interior. Agarró con fuerza la muñeca de Violeta al sentir su dedo arquearse dentro de ella y, la pelirroja, aprovechó para atrapar el gemido en su propia boca. Lo notó entrar, aunque ahogado, y conectó con su garganta. Fueron movimientos suaves, al principio, mientras Violeta besaba con fervor a Chiara, que había agarrado a Violeta de la cabeza y la apretaba más y más contra ella. Mordía su labio, lo lamía, gritaba. Solo podía pensar en lo mal que lo había pasado los días anteriores y quería morirse de amor al saber que era ella, era Violeta, su Violeta, la que estaba haciéndola llegar al orgasmo de nuevo.
Cuando las caderas de Chiara comenzaron a moverse con violencia, Violeta aumentó el ritmo de sus movimientos, entrando y saliendo, tocando su punto rugoso más débil y placentero.
—Put another one inside, please —dijo la artista.
Por suerte, Violeta era buena conocedora de su idioma materno y le hizo caso. Estaba a punto, a punto de correrse de nuevo gracias a ella y eso le hacía sentir la mujer más afortunada del mundo. No porque hubiera cientos de miles de personas dispuestas a acostarse con la famosa Chiara Oliver, sino porque ella ya había aceptado que estaba enamorada de ella y que el sentimiento era recíproco. Por eso, en cuanto introdujo un segundo dedo en su vagina, se acercó a su oído para decir:
—I love you, Kiki. Te amo más de lo que puedas imaginar, desde mucho antes de que quisiera darme cuenta.
Chiara llegó al clímax en cuestión de segundos. Un último gemido se acorraló en sus cuerdas vocales, incapaz de salir, mientras los músculos de su cuerpo se tensaban con salvajismo. Cuando se empezaban a ralentizar y a normalizar los latidos de su corazón que ahora sentían en todo el cuerpo, pegó a la guardaespaldas contra ella de nuevo, besando suave y lentamente sus labios, pensando en cómo una mujer como Violeta, tan sumamente perfecta, había sido capaz de fijarse en ella, que no tenía nada de especial. Pero, entonces, Violeta habló de nuevo, separándose sutilmente de sus labios y acomodando los mechones de pelo negro que se habían pegado a sus caras con rebeldía:
—Eres la mujer más bonita que he visto jamás.
Y, entonces, entendió, que ambas se sentían igual.
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CONDENA Y TULIPANES - KIVI
FanficChiara Oliver es la nueva superestrella del pop-rock en España. No hace tanto que la menorquina se hizo con fama tras participar en un programa de televisión, pero el último año la ha llevado a lo más alto de las listas internacionales. Tanto es as...