4: El jet a París

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Chiara se despertó con el sonido insistente de su teléfono. Abrió los ojos lentamente, sintiendo una pesadez insoportable en su cabeza, como si todo el alcohol de la noche anterior aún corriera por sus venas. A tientas, buscó su móvil en la mesita de noche, pero para cuando lo encontró, la llamada ya había cesado. Parpadeó varias veces, viendo la pantalla iluminarse con el nombre de Noemí Galera. Su mánager.

—Fuck. Shit, mierda —murmuró, deslizando el dedo sobre la pantalla solo para descubrir que tenía más de veinte llamadas perdidas, todas de Noemí.

Chiara se incorporó de golpe, el corazón comenzando a latirle más rápido. "Esto no pinta bien", pensó mientras sus ojos recorrían la habitación en busca de algo que le diera pistas sobre la noche anterior. Lo que no esperaba ver era a una chica, completamente desnuda, en su cama.

—¿Qué...? —dijo en voz baja, su corazón acelerándose aún más.

La chica rubia dormía plácidamente entre las sábanas arrugadas, su cabello desparramado sobre la almohada. Chiara sintió una ola de pánico subir por su pecho. No puede ser... No me acuerdo de nada. Se llevó una mano a la cabeza, intentando recordar fragmentos de la noche anterior. Las luces de la discoteca, la música ensordecedora, los cuerpos bailando a su alrededor, el calor del alcohol en su sangre...

—Eh... —intentó llamar a la chica—. Lo siento, pero... tienes que irte.

La chica abrió los ojos lentamente, parpadeando con confusión. Se incorporó despacio, cubriéndose con las sábanas mientras miraba a Chiara con una mezcla de sorpresa y decepción.

—¿De verdad? —preguntó, con el tono algo molesto—. ¿Ni siquiera un "buenos días"?

Chiara se puso de pie rápidamente, buscando su ropa mientras intentaba evitar hacer contacto visual. No sabía cómo gestionar la situación.

—Lo siento... de verdad. Es que... tengo que irme ya. —Empezó a recoger sus cosas con rapidez, sin poder ocultar el nerviosismo en su voz.

La chica se levantó con un suspiro, recogió su ropa del suelo y comenzó a vestirse sin decir mucho más. Chiara intentó no mirarla mientras se vestía ella misma a toda prisa.

—Bueno, fue divertido... supongo —dijo la chica rubia, antes de salir del dormitorio. Se detuvo un segundo en la puerta, mirando a Chiara como esperando algo más, pero cuando no obtuvo respuesta, se encogió de hombros y se marchó.

Chiara se quedó sola en la habitación, el silencio pesado de la mañana envolviéndola. "¿Qué coño hice anoche?", pensó mientras cogía su maleta y salía corriendo del apartamento. Al llegar al portal, Violeta la esperaba junto a su coche, con los brazos cruzados y una expresión seria.

—Lo siento —fue lo primero que dijo Chiara, y de inmediato se sintió culpable. Sabía que Violeta no estaba molesta por la misma razón que ella. Dentro de sí, Chiara se disculpaba por haberse acostado con una chica cuya cara apenas recordaba. Sin embargo, Violeta no parecía dispuesta a dejar el asunto pasar.

—¿Sabes qué hora es? —preguntó Violeta, con un tono más frío de lo habitual—. Llevamos dos horas aquí, esperando. El jet privado está en el aeropuerto desde hace una hora.

Chiara bajó la cabeza, mordiéndose el labio inferior. Sentía que cada palabra de Violeta la castigaba aún más.

—Lo siento... —repitió mientras subía al coche. Pero la incomodidad no desapareció. Durante todo el trayecto hacia el aeropuerto, Violeta no dijo ni una palabra. Solo miraba hacia adelante, concentrada, mientras Chiara intentaba desesperadamente encontrar algo más que decir, una disculpa más sincera, algo que pudiera aligerar el ambiente.

CONDENA Y TULIPANES - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora