Cuando la cena terminó, el ambiente en la mesa seguía siendo festivo, pero Álex, con esa chispa que siempre lo caracterizaba, se levantó de su asiento y levantó una copa de vino para hacer un brindis improvisado.
—Bueno, ahora que estamos todos y ya que hemos compartido la gran noticia, no podemos simplemente irnos a casa, ¿no? —anunció con una sonrisa maliciosa—. Esta noche es para celebrar.
Denna le dio un pequeño codazo en las costillas, aunque con una sonrisa cómplice.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Chiara, con las mejillas ligeramente sonrosadas por el vino, su voz tintineante de emoción.
—Confiad en mí, lo tengo todo planeado. —Álex sonrió con confianza—. Como dueño de la discoteca "ZX", no podía dejar que esta ocasión pasara desapercibida. Tenemos el mejor reservado de la casa solo para nosotros. Esta noche se celebra por todo lo alto.
Violeta frunció el ceño levemente, echándose hacia atrás en su asiento. No era mucho de discotecas ni de fiestas ruidosas. Las luces estroboscópicas y la música a todo volumen no eran lo suyo. Prefería las noches tranquilas, con una copa de vino en casa o en algún lugar más discreto. Además, su instinto de guardaespaldas la mantenía siempre alerta, y en una discoteca, sería difícil relajarse.
—No sé, Álex... —empezó Violeta, rascándose la nuca con cierta incomodidad—. No soy mucho de discotecas. No es que...
Pero antes de que pudiera terminar, Chiara, con una sonrisa infantil en los labios y las mejillas aún más encendidas por el vino, se levantó de la mesa y se acercó a Violeta. Se inclinó hacia ella, poniéndole ambas manos suavemente sobre el pecho, como si ese simple gesto fuera suficiente para derretir cualquier resistencia que Violeta pudiera tener.
—Por favor, Violeta, tienes que venir —dijo Chiara con una voz dulce y algo traviesa—. No sería lo mismo sin ti.
Violeta tragó saliva, sintiendo un súbito calor subiendo por su cuello. La proximidad de Chiara y la forma en que le pedía algo tan simple, y a la vez tan difícil de rechazar, hacía que sus defensas habituales se desmoronaran.
—No lo sé, Chiara... —murmuró, intentando mantener la compostura. Pero el tono suplicante de la cantante y el brillo en sus ojos verdes eran desarmantes.
Chiara ladeó la cabeza, mirándola con una sonrisa que era mitad ruego, mitad diversión.
—Solo una noche. Vamos a divertirnos. ¿Qué podría salir mal? —insistió, sin apartar las manos de Violeta.
Al final, Violeta exhaló un largo suspiro, consciente de que ya no tenía escapatoria. Había pasado tanto tiempo acostumbrada a poner límites claros, tanto en lo profesional como en lo personal, que cederle a Chiara de esta manera era algo a lo que no estaba acostumbrada.
—Está bien, pero que conste que esto no es lo mío —dijo finalmente, con una sonrisa resignada.
Chiara aplaudió con entusiasmo, casi como una niña a la que acababan de concederle un capricho. Denna soltó una pequeña risa desde su asiento, observando la escena con una ceja levantada. Violeta podía sentir su mirada, siempre tan perspicaz, pero no le dio mayor importancia.
—Perfecto, entonces estamos todos listos. Vamos —dijo Álex, ya poniéndose de pie y tomando su chaqueta.
Al salir del restaurante, los flashes y el bullicio de los paparazzi los golpearon como una ola repentina. Violeta, acostumbrada a este tipo de situaciones, inmediatamente se tensó, aunque trató de mantener un perfil bajo. Había decenas de cámaras y micrófonos apuntándoles, y las voces de los periodistas del corazón se alzaban por encima del ruido de la calle, formulando preguntas sin pudor alguno.

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CONDENA Y TULIPANES - KIVI
Roman d'amourChiara Oliver es la nueva superestrella del pop-rock en España. No hace tanto que la menorquina se hizo con fama tras participar en un programa de televisión, pero el último año la ha llevado a lo más alto de las listas internacionales. Tanto es as...