29: Londres

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Después de varios días difíciles en Londres, Chiara apenas podía concentrarse. Había pasado las entrevistas tratando de esquivar las preguntas sobre su vida personal. Normalmente, Chiara manejaba bien la presión de los medios, sabía cómo desviar el foco hacia su música, hacia su gira, pero desde que la relación con Violeta había salido a la luz, cada pregunta, cada mirada de los periodistas, parecía clavarse en ella como un alfiler.

«Chiara, cuéntanos, ¿cómo va tu relación con tu guardaespaldas?», «¿Estáis juntas oficialmente?», «¿Es cierto que la han despedido?». Las preguntas parecían no acabar nunca, y aunque trataba de mantener la compostura, en su interior todo era un caos. Durante la última entrevista, Chiara había llegado al límite.

—He dicho que no voy a hablar de mi vida privada —había respondido, su tono más cortante de lo habitual—. Mi música es lo único que me interesa en este momento. Por favor, respetad eso.

Al final de ese día Chiara se sentía agotada, no solo por la presión mediática, sino también por el distanciamiento que ella misma había impuesto entre Violeta y ella. A veces, su determinación de mantener la relación profesional lejos del ojo público se sentía como un castigo autoinfligido. Esa misma noche, Violeta intentó hablar con ella en varias ocasiones, pero Chiara la ignoró. No podía permitirse el lujo de bajar la guardia, no ahora. 

Por su parte, Violeta se sentía perdida. Todo lo que había hecho, lo había hecho pensando en lo mejor para Chiara, pero la reacción de la cantante la había dejado completamente descolocada. El desprecio silencioso que recibía día tras día era peor que cualquier castigo físico. Esa noche, ya en la habitación del hotel, decidió que necesitaba desahogarse y llamó a su hermana Tana.

—Lo estoy pasando fatal —le confesó Violeta, recostada en la cama mientras miraba el techo con los ojos enrojecidos—. Es como si todo se estuviera derrumbando.

Tana suspiró al otro lado del teléfono. Siempre había sido la más pragmática de las dos.

—Lo entiendo, Vio. De verdad que lo entiendo. No debe ser fácil estar en medio de todo esto, con la prensa y Noemí respirándoos en el cuello, pero también tienes que entender a Chiara. Para ella no es solo una cuestión personal, es su carrera. Y sé que te duele, pero aceptar tu despido sin luchar... eso debió dolerle.

Violeta apretó los labios, sabiendo que Tana tenía razón. Su pasividad había sido vista como una traición, y eso era lo que más le dolía. Quería proteger a Chiara, pero en el proceso, se había olvidado de luchar por ella.

—Pensaba que, aceptando el despido, sería más fácil estar juntas. Que al no tener la presión de trabajar juntas, podríamos ser más libres —murmuró Violeta, más para sí misma que para su hermana.

—Pero esa no era la decisión correcta —respondió Tana—. Si quieres a Kiki, tienes que demostrarle que estás dispuesta a luchar por ella. No puedes rendirte tan fácilmente.

Violeta asintió, aunque su hermana no podía verla. Tras colgar, sintió una nueva determinación. Tenía que hablar con Chiara y tratar de arreglar las cosas. No podía dejar que la relación se desmoronara sin hacer un esfuerzo.

Más tarde, mientras hacía zapping en la televisión del hotel, Violeta se encontró con un programa de prensa rosa que no hacía más que hablar de su romance con Chiara. El tono burlesco con el que hablaban de ella, como si solo fuese un capricho de Chiara, le revolvió el estómago. La describían como una especie de accesorio, alguien que estaba allí solo por el "morbo" de una relación prohibida. Las palabras del presentador resonaron en su mente: «Chiara Oliver ha decidido romper las reglas y seducir a su propia guardaespaldas. ¿Será amor verdadero o solo una aventura?». Violeta no pudo soportarlo más. Apagó la televisión de un golpe y decidió ir directamente a la habitación de Chiara. Tenía que hablar con ella, hacerle entender que la amaba y que estaba dispuesta a luchar por su relación, aunque ya no trabajaran juntas.

CONDENA Y TULIPANES - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora