CONDENA Y TULIPANES - KIVI

20: About Time

Los días pasaron como una especie de letargo para Violeta. Las cosas entre ella y Chiara habían cambiado drásticamente desde aquella noche. Chiara, que hasta entonces había sido cercana y cálida con ella, ahora era fría y distante, como si cada palabra que intercambiaban fuera cuidadosamente medida. Incluso Noemí parecía más aliviada por el cambio, como si la profesionalidad restaurada le diera un respiro. Sin embargo, Violeta sabía que, bajo esa aparente calma, las cosas no podían estar peor.

La frialdad de Chiara era dolorosa. En cada concierto, cada firma de autógrafos, cada mirada al público, el silencio entre ambas se hacía más insoportable. Violeta, obligada a mantenerse al margen y profesional, sufría por dentro, y eso no pasó desapercibido para nadie.

El golpe más fuerte llegó en el concierto de Milán. Chiara, visiblemente afectada, no pudo terminar su canción "Tulipanes". Las lágrimas habían comenzado a rodar por sus mejillas mientras cantaba las primeras estrofas, y el público, en un gesto solidario, la ayudó a terminar la canción entre aplausos y voces que coreaban el estribillo. Violeta, detrás del escenario, sintió su propio corazón romperse en mil pedazos al verla tan vulnerable. Sabía que ella era parte del motivo de aquel llanto. La conversación que Noemí tuvo con Chiara antes del concierto había dejado a la artista sumida en un miedo profundo. Un miedo a perder a Violeta, a exponer su relación y que ambas sufrieran las consecuencias. Desde entonces, Chiara decidió poner distancia. No podía arriesgarse más, y eso significaba actuar con frialdad, incluso si cada segundo de esa distancia la consumía por dentro.

Los rumores, como era de esperar, no tardaron en circular. Los fans y los medios comenzaron a especular sobre una posible ruptura encubierta entre Chiara y su misteriosa guardaespaldas. Las imágenes de Milán alimentaron aún más las teorías. Algunos afirmaban que la artista estaba devastada por una relación fallida, mientras que otros argumentaban que era todo parte del espectáculo. Pero para Violeta, ser "casi algo" con Chiara era incluso peor que una ruptura. No tener nada claro, pero tampoco poder dejar de sentir, la estaba destrozando. En las noches de la gira, cuando por fin se encontraba sola en su habitación de hotel, Violeta lloraba en silencio, el dolor acumulado saliendo a la superficie en esos momentos de soledad. No podía soportar la frialdad de Chiara durante el día, esa distancia impuesta que solo agravaba lo que sentía. A veces, justo antes de quedarse dormida, imaginaba que Chiara llamaba a su puerta, dispuesta a romper los límites y a dejarse llevar. Pero eso nunca sucedía.

Lo que Violeta no sabía era que Chiara, en su propia habitación, pasaba por lo mismo. En la oscuridad, la cantante imaginaba acercarse a la puerta de Violeta, rompiendo todas las barreras que se habían impuesto, pero cada noche decidía no hacerlo, temiendo las repercusiones de sus actos.

Los días de descanso llegaron finalmente, y el equipo aterrizó en Newcastle, Reino Unido. El ambiente seguía siendo tenso, pero ambos bandos hacían lo posible por seguir con sus respectivas rutinas. Chiara, como siempre, era acompañada por Violeta a todas partes, pero su relación era puramente profesional. Sesiones de fotos, ruedas de prensa, entrevistas; cada día se sentía como una actuación más, pero no en el escenario, sino entre ambas.

Un día, mientras Chiara asistía como invitada especial a un famoso Late Show inglés, Violeta se mantenía al margen, siempre atenta a su labor, asegurándose de que todo estuviera en orden. Mientras las cámaras enfocaban a la artista, Ruslana se acercó a Violeta, aprovechando un momento en que nadie las observaba demasiado.

—¿Cómo estás? —preguntó Ruslana en un susurro, como si intuyera lo que realmente ocurría entre las dos.

Violeta, sin querer exponer sus sentimientos, simplemente se encogió de hombros. No quería hablar de ello. No aquí. No ahora. Pero el gesto de Ruslana fue suficiente para hacerla bajar la guardia.