23.

2.8K 390 87
                                    

Estaba sentada junto a él en la cama. Solo él y yo en el cuarto. No decía nada.

—Por favor, vete —pido sin verlo—. No te quiero ver, no quiero ser grosera, pero no te quiero cerca.

—Solo déjame hablar, escúchame y ya.

Niego.

—Lo que querías decir, me lo dijiste esa noche —relamo mis labios—. Por favor, vete. Ya no quiero escucharte ni saber de ti.

—Mírame a los ojos y dime que no quieres volver a verme.

Molesta lo volteo a ver, y viéndolo fijo, como lo pidió, digo:

—Vete, no quiero verte más.

Se queda en silencio, sorprendido, sin saber qué decir. Unos segundos después, el arrepentimiento en su cara era notorio.

—Perdóname, por favor —pide—. Soy un pendejo.

Niego. No tenía ni una lágrima, ni siquiera signos de molestia en mi cara. Solo quería dejar de verlo; me lastimaba siquiera tenerlo cerca.

—Puta madre, me caga no saber qué decirte, Monserrat —dice desesperado—. No sabes lo que han sido estas noches, me la he pasado pensando cómo rescatarnos.

Dejé de verlo, mantenía mi vista en mis zapatos para evadir cualquier emoción.

—Me dejé convencer y te hablé enojado. No sabes cuántas veces me han visto la cara solo por el dinero —siguió—. No quería creer que eras una de ellas, pero todo apuntaba a que sí.

Suspiró.

—Y yo buscaba y buscaba algo que indicara que no. Diario iba a la oficina de ese wey, pero esos pendejos me convencieron de que sí fuiste tú.

Lo dejo hablar.

—Y ya los últimos días, hablé con mi amigo y le dije que no era tan malo si lo habías hecho y que yo te podía perdonar —continuó sin verme—. Es más, te la regalaba, pero que regresaras a mí.

Vi cómo se empezaba a estresar al ver que no lo veía ni le contestaba.

—Porque yo a quien quiero es a ti. Cómo me emperra no saber qué decirte de todo lo que pasa en mi cabeza —me ve fijo—. Pero te extrañé y estaba dispuesto a lo que fuera con tal de que siguieras conmigo.

Jala mi mano y la toma, obligándome a verlo.

—Por favor, sigue conmigo —me pide suplicante, mirándome a los ojos—. Perdóname.

Lo miro a los ojos y comienzo a sentir una revolución en mi estómago.

—Es que no puedo —digo triste—. Me siento humillada, Junior.

Contengo mis fuerzas para no llorar.

—Nadie aquí sabe que me corrieron por eso, porque me da mucha pena —aprieto los labios haciéndome fuerte—. No sé por qué lo hicieron ellos, pero me duele más que tú los ayudaste.

Lo miro a los ojos.

—¿Por qué no me pudiste defender? —pregunto con la voz entrecortada—. ¿Por qué dejaste que me trataran así?

Siento cómo las lágrimas se acumulan en mis ojos, pero no dejo de verlo. Lleva una mano a mi mejilla, acariciándola.

—Es que... ¿por qué dejarías que traten así a alguien que quieres? —sigo—. ¿O tú no me querías ni tantito?

Junior suspira y, en un solo movimiento, me jala hacia él, pegándome a su pecho.

—¿Cómo no te voy a querer, mi amor? —dice serio, frotando mi espalda.

reloj: junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora