3.

2.6K 312 67
                                    

—De verdad que no es tan increíble como tú crees —le digo a Lucía—. Mucho menos cuando me lo llego a encontrar.

—¡Es Junior H! —responde—. Es guapísimo, tiene mucho dinero, en sus conciertos se ve...

—Pues no lo es. Llevo cinco días trabajando con él y ya no lo soporto —la interrumpo—. Siento que siempre se está burlando de mí.

—Es que eres muy tierna, seguro le debes de dar ternura.

Ruedo los ojos.

—Pues seguramente es porque al lado de las morras que trae, yo parezco un homúnculo.

Lucía carcajea y el elevador se abre.

—Aquí bajo yo, adiós amiga.

Me despido y me dirijo a los cuartos. Agradezco cuando encuentro todos desocupados y evito esos momentos incómodos.

Un par de horas después, llego al de Junior. Suspiro, me persigno y toco; al no escuchar nada, agradezco y entro.

Me dedico a ser lo más rápida posible porque sabía que no faltaba mucho para que llegara. Hice todo más rápido que nunca y, finalmente, estaba limpiando el baño.

—¿Nunca has pedido que te cambien el uniforme?

Brinco del susto al escucharlo.

—No lo escuché entrar.

—Pues pon más atención.

Me quejo sin que me vea y lo ignoro. Sigo limpiando mientras escucho cómo llega al cuarto. Unos minutos después, lo escucho jugar.

Suspiro y, cuando termino, regreso al cuarto para dejar los últimos detalles y regalos que siempre el hotel deja en su habitación.

—Es que sí estás bonita —dice desde la cama fumando mientras me ve poner las botellas de agua en los burós.

Finjo no estar nerviosa y sigo en lo mío.

—No puede fumar aquí, por favor.

—Bueno, mira, la neta te operaría la nariz, pero algo muy leve, ¿eh? —continúa—. Igual, también podría ser la lipo, pero esa yo te la pago, mami, órale.

—No te pregunté.

Se queda callado unos segundos.

—Qué groserilla, te voy a acusar con tu jefe.

Alzo los hombros, indicándole que no me importa.

—¿Sabes qué te haría yo? —le pregunto, mirándolo.

Sonríe tentado.

—¿Ya vamos a empezar a coquetearnos? —dice burlón—. A ver, dime, mi amor.

Sonrío siguiéndole el juego. Lo miro fijamente y comienzo:

—Yo también te operaría la nariz porque, a diferencia de mí, tú necesitas más y de paso algo en toda la cara —respondo.

La sonrisa en su cara se borra y me mira serio. Miro cada centímetro de su cuerpo hasta su cara.

—Es que no creo que tengas tanto tiempo para decirte qué tanto podrías hacerte, ¿eh?

Sigue sin responderme nada. Tiene la cara seria y su ánimo no es el mismo.

—Lástima que no haya nada para que te carbure más el cerebro.

Termino y comienzo a acomodar mis cosas. Me tenía harta de todos sus comentarios tóxicos conmigo.

—Mira, ya, a la verga, ya entendí que no te caigo bien —se pone frente a mí—. Ni tú a mí.

Asiento, relamiendo mis labios de nervios.

—Pero siempre me tratas bien culero. No sé qué traes, morra, pero ya no quiero que trabajes para mí.

Vuelvo a asentir, enojada.

—No se preocupe, lamento mi comportamiento y mañana mismo pediré que le asignen a alguien más.

Me mira unos segundos y asiente.

—Que así sea, mañana que haya alguien más aquí —camina a la cama—. Y que no sea tan majadera.

"Vete a la verga," pensé. Como si él no me hubiera estado provocando y diciendo cosas siempre. Era la primera vez que le contestaba; siempre solo me quedaba callada o cambiaba el tema.

—Así será, señor Herrera.

Dicho eso, salgo de ahí.

reloj: junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora