24.

2.6K 361 90
                                    

—Sí, ella habla —contesté mientras envuelvo a Mateo en su toalla.

—Hace unos días metió una solicitud de trabajo para nuestra empresa —me dice—. Queremos que venga a nuestras oficinas para hablar sobre su contratación.

Cierro los ojos, aliviada, y sonrío. Inmediatamente pregunto más detalles, así como la dirección.

—¿Pero ya hoy? —pregunto extrañada—. Es sábado.

—Es que nos urge que la vacante se ocupe desde hoy —responde al instante—. ¿Puede asistir hoy?

Frunzo el ceño, sorprendida.

—Pues sí —me río—. Nunca me habían contratado tan rápido, pero sí.

Dicho eso, colgué. Vestí rápido a mi bebé y, después de avisarle a mis tíos para que lo cuiden un rato, salí.

Me arreglé lo mejor que pude. No me gusta andar en camión vestida así, pero ni modo.

Al llegar a la oficina, la recepcionista me vio entrar y se le iluminaron los ojos en cuanto escuchó mi nombre.

—¡Sí, ya te están esperando desde hace rato! —dice emocionada.

Frunzo el ceño, confusa, y la sigo. Apenas entramos a la "oficina", supe de inmediato lo que estaba pasando.

Con razón me contrataron en sábado...

Un enorme ramo de flores estaba sobre el escritorio, y del otro lado estaba Junior, sonriendo con esa cara que solo él sabe poner.

—¿Qué pasó, mami? —dice con una sonrisa juguetona.

Ruedo los ojos y escucho cómo cierran la puerta.

—Ay no... Ya se me hacía muy raro esto.

—¿Pues qué querías, mi amor? —me pregunta mientras se levanta de la silla—. Me tienes bloqueado de todos lados, cuando voy a tu casa no estás, no había de otra.

Bufo y me doy la vuelta para irme, pero me detiene rápidamente. Lo veo tomar el ramo de flores y me lo ofrece.

—Ey, por algo armé todo esto. Déjame hablar contigo —dice con un tono desesperado—. Hasta con tu pinche amigo me tuve que poner de acuerdo.

Me quedo pensando y caigo en cuenta de por qué Eddy estaba tan insistente en que metiera la "solicitud" al correo que me mandó.

—No mames, Antonio, ¿pero por qué así?

—Si te hubiera hablado yo directamente, ¿hubieras venido?

Suspiro.

—De todos modos, lo que teníamos que hablar fue ese día en el hotel.

—Y ni eso, porque al final te pusiste de necia y te fuiste con tu amiguito ese —responde frustrado—. Dame chance.

Suspiré de nuevo, cansada.

—Junior, ya —digo frustrada—. ¿Por qué eres tan aferrado?

Él niega con la cabeza.

—Aferrado nada más a ti —contesta serio—. Siéntate.

—No.

—Monserrat, tenemos que hablar.

—¿Sabes qué? Sí, sí vamos a hablar —digo quitándome su mano de mi brazo—. Quiero que dejes de ir a mi casa.

Frunce el ceño, sorprendido.

—Tus tíos me aman —responde—. Hasta Mateo siempre me lanza los brazos.

reloj: junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora