19.

1.5K 289 55
                                    

El sol apenas comenzaba a asomarse cuando acaricié la suave manita de mi bebé, tomando su pequeño dedo entre los míos. Lo besé con ternura, sintiendo la calidez de su piel bajo mis labios. En ese instante, su respiración tranquila me recordaba lo vulnerable que era, lo mucho que dependía de mí. Solo había estado inquieto, extrañando a mamá. Lo observé por unos minutos más, dormido y en paz, antes de salir con cuidado de la casa, asegurándome de no hacer ruido.

Al llegar al hotel, me apresuré a cambiarme de ropa, el corazón latiéndome con una extraña mezcla de nerviosismo y anticipación. Estaba ansiosa por ver a Junior, aunque no lo admitiera ni siquiera ante mí misma.

—Hola —saludé en recepción, buscando rápidamente la libreta para anotar mi llegada.

—Mon... —respondió la recepcionista, y cuando alcé la vista hacia ella, noté una sombra de compasión en sus ojos, como si supiera algo que yo no. Sentí un nudo formarse en mi estómago—. Santiago te quiere en su oficina.

Fruncí el ceño, confundida.

—¿Ahora? ¿Puede ser después de mi turno?

Negó lentamente, su mirada cayendo al suelo como si no pudiera sostener la mía.

—Tiene que ser ya.

Asentí, aunque mis piernas temblaban ligeramente al caminar hacia la oficina.Al entrar, lo vi. Junior estaba allí, de pie junto a Santiago, mi jefe. Nuestros ojos se cruzaron apenas un segundo antes de que él desviara la mirada, clavando sus ojos en el suelo como si no pudiera soportar mirarme.

—Buenos días... ¿Pasó algo? —pregunté con un tono nervioso.

Santiago suspiró, su gesto impregnado de desaprobación.

—Siéntate, Monserrat.

Obedecí, sintiéndome pequeña y vulnerable bajo la mirada inquisitiva de ambos.

—Voy a mostrarte un video —dijo Santiago, tomando su laptop— y luego procederé a hacerte unas preguntas. Quiero que respondas con total honestidad. No necesitamos más problemas de los que ya has causado.

Tragué saliva, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo. El silencio se hizo insoportable hasta que finalmente, el video empezó a reproducirse. Ahí estaba yo, saliendo apresurada de la habitación de Junior hace dos días.

—¿Eres tú? —preguntó.

—Sí, señor —respondí, incapaz de entender a dónde iba todo esto.

—Monserrat, ¿estuviste en la habitación del señor Herrera esa mañana?

Asentí lentamente, sintiendo la presión creciente en el pecho.

—¿Sabías la contraseña de la caja fuerte?

Mi corazón se detuvo por un segundo.

—Sí, señor —respondí, mis ojos buscando desesperadamente los de Junior, intentando encontrar en su rostro alguna señal de comprensión, de apoyo, pero él seguía con la mirada fija en sus tenis, como si yo no existiera.

—¿Sabías lo que había dentro?

—Sí, las cadenas de Junior... —mi voz temblaba, pero traté de mantener la calma. ¿Por qué me estaban haciendo estas preguntas?

—Así es —dijo Santiago—. La cadena más valiosa desapareció el día en que saliste corriendo de esa habitación. Ni siquiera notificaste tu salida.

Mi mente corría a toda velocidad. ¿Por qué me estaban culpando? Y, sobre todo, ¿por qué Junior no decía nada? No me miraba, no pronunciaba palabra.

reloj: junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora