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Ajusto mi uniforme y salgo de los vestidores, lista para comenzar mi jornada. Aviso de mi llegada en la recepción y tomo mi carrito de servicio, preparándome para otro día de trabajo.

—¡Ey! —me llama mi amiga, susurrando, mientras paso cerca de ella— ¿Ya te enteraste de quién llega hoy al hotel?

Sonrío y me acerco, empujando el carrito con discreción.

—No, ¿quién? —le respondo en el mismo tono.

—Junior H.

Mis ojos se agrandan por la sorpresa. Claro que sabía quién era.

—No mames —digo, asombrada— ¿Quién te dijo?

—El jefe nos avisó antes de que llegaras —responde, emocionada—. Pero nos dijo que tendrá un piso completo del hotel para él, y solo una camarista podrá pasar a sus cuartos.

Ruedo los ojos, intentando no mostrar mucho interés.

—Pues muy guapo y todo, pero ojalá no me toque a mí —digo, con un toque de frustración—. Demasiado trabajo.

—No digas eso, ¡te encanta Junior H! —me da un leve golpe en el hombro— ¿No te gustaría que te eligieran?

—¿Y a qué hora terminaría de trabajar si me toca a mí? —niego con la cabeza—. Mejor me gasto mi sueldo en verlo en concierto.

Ella se ríe, disfrutando de mi reacción.

—Pues a mí sí me gustaría, nunca sabes qué puede pasar.

Sonrío de forma burlona.

—Si me toca, te cedo mi lugar —respondo, empujando el carrito para seguir con mi trabajo—. Pero ya, adiós, adiós, ponte a trabajar.

Ella se burla un poco más, pero pronto toma su carrito y se aleja para comenzar su labor. Llego a la primera habitación de mi lista, toco la puerta por si acaso, y al no obtener respuesta, uso la llave para entrar.

Una hora después, estaba a punto de terminar la limpieza cuando escucho unos golpes en la puerta. Suspiro, dejo lo que estoy haciendo y voy a abrir.

—Monserrat —saluda el gerente, Santiago, con una sonrisa—. No pasaste a saludarme hoy.

Le devuelvo la sonrisa.

—Llegué tarde —me limpio la frente—. Perdón.

Mi jefe niega con la cabeza, quitándole importancia.

—No vine a regañarte, ya sabes que conmigo no hay problema —me tranquiliza—. Vengo por otro asunto.

Frunzo el ceño, un poco confundida.

—Pasa, ya casi termino.

Santiago se sienta en una de las esquinas de la cama mientras termino con los últimos detalles de la habitación.

—Estamos considerando ascender a algunas personas —dice, y asiento mientras sigo trabajando—. Y tú estás en las opciones. Llevas muchos años aquí, y la empresa está muy agradecida contigo —añade con una sonrisa—. Esto, por supuesto, incluye un aumento y mejores prestaciones.

Hago un último chequeo en la habitación, asegurándome de que todo esté en su lugar.

—Pero... —empieza, y ruedo los ojos anticipando lo que sigue—. Hoy tienes tu primera prueba. No me pongas esas caras.

—A ver, dime.

—Hoy llega alguien importante al hotel —dice, mientras relamo mis labios, sabiendo por dónde va la cosa—. Estará aquí unas semanas, y por lo tanto, seremos lo más discretos posibles sobre su ubicación, tal como él lo requirió.

—Okay —respondo, aún confundida—. ¿Cómo ayudaré yo en eso?

Se levanta y me mira directamente a los ojos.

—El artista solicitó un piso completo —asiento, captando la idea—. Pero dado que no mucha gente puede estar en los cuartos, hemos decidido asignarte ese piso a ti sola.

Suelto un pequeño bufido.

—¿No puede ayudarme alguien más? —pregunto, esperando un poco de apoyo, pero él niega—. ¿Me pagarán extra por ello?

Asiente ligeramente.

—Nosotros te pagaremos un poco más, y seguramente él te dejará una buena propina. No te preocupes —responde con calma—. Entonces, ¿qué dices?

—Está bien —acepto finalmente.

Terminando ese cuarto, Santiago me mostró el piso designado a Junior. Me indicó los regalos que habría para cada uno, así como el reglamento. Apenas se fue, comencé a atender cada cuarto, pues no faltaba mucho para que todos llegaran.

Cuatro horas más tarde, tenía casi todos los cuartos limpios, con los regalos para cada uno de los integrantes del equipo de Junior acomodados y las cartas de recibimiento del hotel. Solo faltaba el principal.

Me estremecí al saber que esa sería su habitación. Sonreí al darme cuenta de que estaba sonrojada como una adolescente a punto de ver a su ídolo. Comencé a apurarme, era el cuarto más grande de todo el hotel y, por tanto, el más pesado.

Cuando terminé con la limpieza del cuarto y solo faltaba el baño, la puerta se abrió de repente.

—Sí, güey, yo te aviso —escuché decir a alguien fuera del cuarto—. Ahorita toco la puerta y a ver qué se arma.

Apenas cerró la puerta, me vio. El baño estaba justo al lado de la entrada, así que no había forma de evitar su mirada. Me quedé estática. Él solo me observaba, extrañado.

—No sabía que aún no podía pasar, ¿me salgo o...?

Yo no contestaba, solo estaba parada viéndolo ahí, a pasos de mí. Ni siquiera escuché bien su pregunta.

—¿O me quedo? —repitió al ver que no respondía.

—No, pasa ya, me apuraré y saldré rápido —dije finalmente, reaccionando—. Perdón.

Él asintió y siguió caminando. Me quedé en el mismo lugar, procesando lo que acababa de pasar. ¿Eso era todo? ¿No se iba a enamorar de mí apenas me viera?

Suspiré y, como dije, me apresuré a terminar. Justo cuando estaba finalizando, escuché el ruido de la música llenando la habitación. Me sobresalté al reconocer lo que estaba sonando.

—Dios mío... —susurré, sacudiendo la cabeza.

Traté de no darle importancia, hasta que un fuerte olor a marihuana invadió el cuarto. Fruncí el ceño, terminé lo que faltaba y me dispuse a salir.

—Terminé, señor —anuncié, esperando su aprobación.

Junior me miró y se rió burlonamente.

—Tampoco soy tan grande, ¿eh?

Asentí, nerviosa, notando el porro que sostenía entre los dedos.

—No se puede fumar en los cuartos porque...

Lo vi caminar hacia mí, poniendo una mano en mi espalda para guiarme hacia la salida.

—Bueno, bueno, ahorita pongo una pinche toalla en la puerta —dijo, interrumpiéndome—. Muchas gracias, ¿eh?

—No, es que en serio no se puede fumar aquí...

Él sacó su cartera y me extendió mil pesos. Mis ojos se agrandaron.

—Toma, tu propina.

Negué con la cabeza, estaba por decir algo más, pero me interrumpió, prácticamente empujándome fuera del cuarto.

—Gracias.

Suspiré, sintiéndome aliviada por salir de ahí. Qué tipo tan nefasto.

reloj: junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora