38.

1.5K 323 67
                                    


Llegamos a un jardín enorme, iluminado por lucecitas colgando de los árboles. La mesa estaba en medio de todo.

—Wow —digo, sentándome—, ¿y hay otro jardín al lado con otra mesa o qué?

Junior me mira como si hubiera dicho la mayor estupidez del mundo.

—No, mi amor —dice riéndose—, ¿no te has dado cuenta?

—¿De qué?

—Pues que no es un restaurante, yo lo mandé a poner todo para ti.

Abro la boca al entender. Ahora sé por qué al inicio de la hacienda estaban nuestras letras iluminadas en grande.

—Con razón... pensé que habías elegido este lugar porque el nombre del restaurante eran prácticamente nuestras iniciales.

Junior se ríe con ganas.

—Yo mandé a que las pusieran, Mon.

Asiento, tratando de procesarlo todo.

—No era necesario nada de esto, Junior —le digo, tomando su mano sobre la mesa—. Pudimos cenar en cualquier otro lado.

—Espérate, mi amor.

Comenzamos a platicar, y unos minutos después llegan dos meseros a servirnos mi comida favorita.

—¿Qué? —digo, sorprendida—. ¿Hasta meseros hay?

Él vuelve a reír.

—Pues sí, ni modo que me ponga yo a cocinarte aquí, amor.

Sonrío, emocionada al ver mi plato. Todo estaba pensado para mí. Hasta el centro de mesa tenía un pequeño ramo de mis flores favoritas: tulipanes.

—¿Y qué? ¿Te gusta? —me pregunta—. No me has dicho nada, Monserrat.

Me carcajeo.

—Es que estoy nerviosa, sigo sin asimilar que esto no es un restaurante.

Me sonríe con ternura.

—Es como si fuera un lugar donde la temática soy yo —digo, bromeando.

Junior se ríe y asiente.

—Así va a ser siempre, mientras estemos juntos.

—Ven, más acá, para darte un besito.

Él me sonríe y niega con la cabeza.

—No, Mon, es que te tengo que decir algo.

—¿De qué? —pregunto, mientras pruebo mi comida.

—Pues... me gustas mucho —dice nervioso.

—Tú a mí también, Junior, pero... ¿eso qué tiene? —le pregunto, sonriendo.

A lo lejos veo cómo unos mariachis empiezan a acomodarse dentro de la hacienda. Frunzo el ceño.

—Monserrat, ¿me estás escuchando?

Volteo a verlo.

—Es que...

—Ey, centra la atención en mí tantito, amor.

Sonrío y asiento.

—Mon, la mera verdad es que estoy muy enculado. No sé ni cómo —dice, mirando la mesa—. Pero caí, llevo muchos días pensando en cómo hacer esto y cómo decírtelo para que sea especial, pero no encontraba la manera, y ya no quiero esperar más.

Lo miro, sonriendo, intentando entender de qué habla. Una parte de mí se moría de miedo, pensando que tal vez iba a confesarme algo horrible, como que me había sido infiel, como me había pasado antes.

—Entonces, pasé días pensando y buscando hasta que se me ocurrió esto.

Finalmente toma la caja grande que había estado sobre la mesa todo este tiempo y me la da.

—Ábrela.

Le hago caso y, al abrirla, noto un anillo precioso. Además, a su lado había una esclava pequeña, de niño. Sonrío al saber para quién era.

Él suspira, nervioso, mientras se limpia las manos en su pantalón.

—Mon, te quiero mucho. Mucho. Y también quiero todo lo que te rodea, todo lo que te tiene en común.

Lo miro, sonriendo. Yo seguía fascinada con el regalo para Mateo. Ese gesto...

—Me muero por poder decir que eres mi novia y, ahora sí, oficialmente ser parte de tu vida.

Acaricio su mano, que ya había tomado la mía. Podía sentir lo nervioso que estaba.

—Bueno, y la de Mati también.

Suspira, y noto cómo se desespera, tratando de encontrar las palabras.

—Es que yo los quiero mucho a los dos. Siempre estoy pensando en qué inventarme para no verme tan desesperado, pero... es que me muero por ti —dice, rápido—. Te quiero ver a todas horas.

Sonrío emocionada y, ahora sí, me levanto y camino hacia su silla para abrazarlo. Él me jala para que me siente sobre sus piernas.

—Entonces, ¿sí? —me pregunta, acariciando mi barbilla—. ¿Me dejas ser tu novio?

—Ay, sí, mi amor.

Lo tomo de las mejillas para besarlo. Se separa unos minutos después y se estira para tomar el anillo de la cajita.

—Y espero que después pueda cambiar este por uno que nos amarre para toda la vida.

Sonrío y suelto una risita. Él toma mi mano y pone el anillo en mi dedo.

—Eh, y ya le pedí permiso a tus tíos, ¿eh? —me dice—. No te puedes echar para atrás ya, ni modo.

Me carcajeo.

—Nunca —le respondo antes de besarlo—. Gracias por esto, por todo lo que has hecho por mí.

Niega con la cabeza.

—Todo me lo has pagado, mi amor, dejándome conocerte.

¿Cómo puede ser que sienta mi estómago encenderse de emoción?

—Y perdón por la tardanza, es que no sabía cómo hacerlo. Me fui varias mañanas a hablar con tu tía para que me contara lo que te gustaba y todo —me advierte—. Planeé todo perfecto.

Lo miro, incrédula. ¿Cómo alguien podía quererme tanto?

—Pero la señorita estaba duro y dale con "ay ya, no me vas a pedir nunca" y no sé qué.

Carcajeo. La verdad, era porque conmigo nunca nadie quería formalizar; siempre, de alguna forma u otra, se iban.

El sonido de los mariachis me sobresalta, y Junior se ríe.

—¿Quieres bailar? —me pregunta. Sonrío y asiento.

Me levanto, y él me suelta de la mano. Veo cómo uno de los mariachis le da un ramo grandísimo de flores, y él asiente mientras me mira.

—Que nunca te falten flores en la mano, mi amor —dice, entregándomelas.

Qué enamorada estoy.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

reloj: junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora