33.

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Junior solo me miraba sin ningún gesto mientras los otros se subían al coche rápidamente. Yo crucé los brazos, molesta, y me dejé caer en el asiento con un suspiro pesado.

Tanto estarme chingando para esto.

Esperaba que me llevaran a mi casa, pero me sorprendí cuando llegamos a otro lugar.

—Ya, wey —le avisa a Pantera.

—¿Pero no la ibas a dejar a ella primero? —pregunta la modelo, visiblemente confundida.

—No, mi morrita se siente mal, mejor me voy con ella —le responde sin mirarla—. A ver si les caemos al rato.

Ella lo mira por unos segundos, claramente molesta, pero finalmente asiente y sale del coche. Pantera se despide de mí y se baja con ella.

—Pásate para enfrente, Monserrat —me pide Junior una vez que se han bajado.

—No.

—Ándale, pásate.

—No.

—Ah, que la chingada...

Junior sale de la camioneta, rodea el coche y me abre la puerta. Ruedo los ojos, pero me bajo y me paso al asiento del copiloto de mala gana.

Él se sube sonriendo, se pone el cinturón y coloca su mano en mi pierna.

—A ver, ahora sí —me pide—, repítemelo, así como lo dijiste hace rato.

—No, ya vámonos.

Junior se desabrocha el cinturón y se inclina hacia mí, tomando mi mentón con suavidad.

—¿Por qué te enojas? —susurra—. Si bien que sabes lo pendejo que me tienes.

Sus ojos bajan hasta mis labios, y yo siento un escalofrío.

—Me encantas, Monserrat —me susurra—. A mí no me da miedo decírtelo.

Lo miro a los ojos, nerviosa, pero no aparto la mirada.

—¿Por qué me hiciste sufrir tanto si sí me querías? —me pregunta—. Nomás porque te asustaste, ¿verdad?

Una pequeña sonrisa se me escapa, y desvío la mirada.

—No importa, mi amor —dice mientras acaricia mi mejilla con ternura—. No me importa nadie más, yo a quien quiero es a ti.

Su mano sigue en mi mejilla, y acerca mi cara aún más a la suya.

—Regálame un besito, ¿sí? —me pide—. Para festejar que ya por fin me quieres.

Me río suavemente.

—Ya, Junior, tú también sabías que sí te quiero.

—Vuelve a decírmelo.

—¿Qué?

—Que te mueres por mí.

Sonrío y no puedo evitar estremecerme al sentirlo tan cerca. Miro sus labios, y me relamo los míos.

—Me muero por ti, Antonio.

No puedo contenerme más y lo tomo de la nuca, acercándolo para besarlo. Inmediatamente, él coloca su mano en mi mejilla, profundizando el beso.

—Pero no creas que te salvas de tu escenita de hace rato, eh.

Sonríe y niega con la cabeza.

—Esa morra anda con alguien del grupo, somos solo amigos —explica, con su cara aún muy cerca de la mía—. Ya te rogué demasiado como para soltarte así de fácil.

Le devuelvo la sonrisa, tranquila.

—Mi amorsito —susurra mientras baja a besarme el cuello—. Por fin voy a poder dormir en paz.

Inclinó mi cabeza hacia él, buscando de nuevo sus labios para besarlo.

—¿Por qué me hiciste sufrir así hoy? —le pregunto entre besos.

—No me hablaste en toda la semana —responde con un leve tono de reproche—. Todo el pinche tiempo andaba cheque y cheque, y nada.

—Quería esperarme a verte en persona.

Junior me sonríe, sus ojos recorren mi rostro con una ternura que me hace sentir un nudo en el pecho.  

—Mon, voy a amarte muchísimo, no te preocupes por nada —dice mientras pega su frente a la mía—. Esas mamadas que te hicieron antes conmigo no van a pasar. No tengas miedo.

Sonríe otra vez y besa mi mejilla.

—No vuelvas a repetir eso de que te da miedo, si?—me pide—Ya no pienses así.

Asiento.

—Ya eres mía, chiquita.

Me besa suavemente, deslizando su mano hasta mi abdomen.

—Y espérate a que celebremos la reconciliación, mami—añade con una sonrisa juguetona—Si así lo hacíamos peleados, imagínate ahora.

Carcajeo y pego en su pecho.

—Cállate.

Lo miro unos instantes emocionada y sin presiones ya.

—Entonces, ¿sí me quieres? —le pregunto, necesitándolo escuchar una vez más.

—Te adoro, Monserrat —responde, y en su voz escucho la certeza que me faltaba.

reloj: junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora