Siento los brazos de Antonio moverse contra mi abdomen desnudo, haciéndome fruncir el ceño mientras me remuevo ligeramente bajo sus caricias.
—Mi amor—susurra en mi oído, seguido de un beso suave en mi mejilla—Ya me tengo que ir.
Asiento, aún adormilada, sin abrir los ojos.
—¿Cómo te sientes?—pregunta mientras desliza su boca por mi cuello, el calor de su aliento provocándome un escalofrío—¿Te atendí bien anoche?
—Deja de andar de puerco y vete a bañar—murmuro, intentando no sonreír, pero el cosquilleo de su risa en mi cuello me hace estremecer. Finalmente se retira y escucho el sonido distante de la regadera encendiéndose.
Unos minutos después, su voz resuena desde el baño.
—Eh, ¿cuál te gusta más?—pregunta, pero yo apenas puedo procesarlo. Abro los ojos con pesadez y le grito desde la cama:
—Déjame dormir.
—Ándale, nada más veme, es importante.
Me incorporo con esfuerzo, abriendo los ojos justo lo suficiente para verlo, ya vestido y arreglado, con una sonrisa que ilumina la habitación.
—¿Cuál se me ve mejor?—pregunta, señalando una cadena que lleva puesta y otra que sostiene en la mano.
Bostezo mientras analizo ambas, mis ojos siguiendo la línea de su outfit. Señalo la que me gusta más.
—¿Segura?—insiste, con un brillo juguetón en los ojos. Asiento sin mucho interés—Mm, mi favorita es la otra.
—Pues ponte la otra—le digo mientras cierro los ojos de nuevo, esperando que me deje en paz.
Él niega y camina hasta el espejo, admirándose.
—Lo que diga mi morrita.
Suelto una risa suave y vuelvo a caer en el letargo.
—Es que mira cómo se me ve—insiste. Abro un ojo y veo cómo la cadena gruesa brilla intensamente bajo la luz del cuarto.
—Órale—respondo sin saber bien qué decir, mis palabras arrastradas por el sueño.
Antonio se ríe, satisfecho con mi reacción.
—No sabes cuánto me costó esta madre—dice, acariciando la cadena con orgullo—Yo creo que si la vendo, me compro una casa con todo y alberca.
—Te la compro mañana si quieres—respondo, buscando regresar al sueño que me envuelve.
Él se ríe y, después de unos momentos de silencio, escucho los tonos electrónicos de la caja fuerte al abrirse.
—Eh, mi amor, la puse en la caja, ¿eh?—me grita desde el armario—El código es 4289, por si quieres meter algo.
—Gracias, amor—respondo medio dormida, mi mente en piloto automático.
De pronto, un estallido de besos inunda mi rostro, obligándome a abrir los ojos de golpe.
—¿Ves cómo sí me quieres?—dice con una sonrisa traviesa.
Frunzo el ceño, pero no puedo evitar sonreír también.
—¿Por qué?
—Tú nada más no me decías mi amor ni aunque yo te lo dijera en cada oración, yo decía qué onda.
Suelto una carcajada y niego con la cabeza.
—Perdón.
Él niega con la cabeza y se pone en cuclillas junto a la cama, sus ojos brillando de ternura.
—No importa, ya me voy—deja un beso en mi mejilla—Vengo al rato, ¿sí? Te quedas conmigo a cenar y de ahí, te llevo a tu casa.
Asiento somnolienta.
—Que te vaya bien, guapo—susurro.
Antonio asiente, sus mejillas se sonrojan mientras se despide con una sonrisa antes de salir de la habitación. Apenas se va, vuelvo a hundirme en las sábanas, dejándome arrastrar nuevamente por el sueño profundo.
Horas después, unos golpes en la puerta me despiertan. Me levanto con dificultad, tambaleándome hacia la puerta. Al abrirla, el sueño se desvanece de inmediato.
—¡Lucy!—exclamo, sorprendida.
Ella no devuelve mi sonrisa.
—Vengo a limpiar, ya que tú no puedes.
—Ay, Lucy, has sido tan linda conmigo. Te juro que mi sueldo de estos días es tuyo, completito.
Ella alza los hombros, desinteresada, mientras empuja el carrito de servicio hacia adentro.
—De verdad, te lo agradezco mucho—añado, con sinceridad.
Lucy me ignora por completo. Estoy por decir algo más, pero me interrumpe.
—No lo creo.
—¿Qué?
—Me quitaste este trabajo, me dejaste ilusionarme y después, hiciste que me lo quitaran para tenerlo tú—dice sin mirarme, su tono helado—Todo solo para cogerte a este wey.
Frunzo el ceño, su comentario me toma por sorpresa.
—No fue así, Lucy. Yo incluso le pedí que...
—No quiero escucharte, déjalo así—me corta sin dejarme terminar.
Me quedo de pie, sin saber qué decir. Lucy me lanza una mirada rápida antes de rodar los ojos.
—Quítate, déjame trabajar—ordena con frialdad.
Asiento, nerviosa, y me retiro a la cama, sentándome mientras la veo dirigirse hacia el baño. Mi mente sigue atrapada en su comentario, tratando de procesar la dureza en su voz.
Miro mi teléfono buscando distraerme.
"Hola, amorcito 😚 tu hombre anda jalando"
12:22 p.m.No puedo evitar sonreír al ver la foto que me envió Junior. Comienzo a escribir una respuesta cuando Lucy me interrumpe desde el armario.
—Oye, ¿sabes la contraseña de la caja fuerte?—pregunta sin mirarme—Necesito acomodar todo esto.
Me señala las cadenas y los accesorios que Junior dejó tirados.
—4289—respondo automáticamente.
Ella no me da las gracias, simplemente regresa al armario y sigue con su tarea.
—¿Sí abrió?—le pregunto, después de enviar mi mensaje.
—Sí, sí—contesta con indiferencia, ocupada con los objetos.
Asiento, pero mi atención se desvía cuando recibo una llamada. Al ver que es la guardería de Mateo, mi corazón da un vuelco.
—¿Bueno?
—¿Hablo con la mamá de Mateo?—pregunta una voz preocupada al otro lado.
—Sí, soy yo. ¿Qué pasó?
—Necesitamos que venga por él, está con fiebre alta y no hemos podido bajársela.
El pánico me invade y apenas cuelgo la llamada, tomo mis cosas rápidamente y salgo corriendo del cuarto, sin mirar atrás.
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reloj: junior h
FanfictionUna camarera designada para atender al exitoso cantante de corridos, Junior H.