34.

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—Ay, tía, ¿pero cómo lo voy a poner a dormir ahí?

Alza los hombros, despreocupada.

—Si quieres que se quede, ahí va a ser —dice seria—. Hasta que estén casados, pueden dormir en la misma cama.

Me carcajeo.

—Ya hasta tengo un hijo.

Me mira molesta y me señala con el dedo.

—Ya, Monserrat, te estoy hablando en serio.

—Bueno, está bien —suspiro—. ¿Aunque sea puedo dormir en el otro sillón?

Ella se queda pensando un momento y luego asiente.

—De verdad, hija, nada más donde...

—Ya, ya, cada quien en su sillón.

Asiente nuevamente.

—Por favor, mi amor.

Sonrío y asiento, dándole un beso de buenas noches.

—Qué bueno que ya se arreglaron —dice mientras me agarra los cachetes—. No me gustaba verte triste, mi niña.

—Es que lo quiero mucho.

—Ya ve pues —me sonríe—. Los quiero durmiendo, Monserrat.

—Sí, tía.

Bajo las escaleras y sonrío al ver la cuna en el centro de la sala y a Junior dormido en uno de los sillones.

—Shh, está dormido —me dice Antonio.

Frunzo el ceño.

—¿En serio? —asiente—. Casi siempre se duerme solo conmigo o mi tía.

Alza los hombros.

—Nada más lo cargué tantito y le hablé.

Sonrío y me asomo. Efectivamente, mi bebé ya está dormidito y tapado.

—Pues ya, vente para acá —dice, señalándome sus piernas.

Sonrío y niego.

—Me dijeron muy estrictamente que tenemos que dormir en sillones separados.

Abre la boca, sorprendido.

—Ay sí, ¿y les vas a hacer caso o qué?

Asiento mientras busco cobijas. Le entrego dos y pongo otras dos en el otro sillón para mí.

—Monserrat, no seas payasa, vente a dormir acá.

—No —digo cantadito mientras me acomodo bajo las cobijas.

Lo escucho suspirar pesado y después se queda callado. Le echo una última mirada a la cuna y cierro los ojos.

—Mon...

Me sobresalto al escucharlo.

—Me espantaste.

—Hay que juntar los sillones, ándale.

Sonrío adormilada.

—Antonio, duérmete y ya —digo cubriéndome.

—Mmta madre —lo escucho quejarse.

Cuando se hace el silencio, suspiro y tomo mi cobija para ir al sillón de él.

—Hazte para allá.

Inmediatamente se mueve y estira sus brazos para que me meta entre ellos. Me acomodo en su pecho, sintiendo mariposas.

—Pero me despiertas temprano para pasarme al otro sillón, ¿eh?

Lo escucho reírse por lo bajo mientras pasa una mano por mi cintura.

reloj: junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora