30.

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—Pues si lo quieres, díselo, Monserrat.

Me río mientras levanto a Mateo de la cuna y lo cargo, sintiendo su peso reconfortante en mis brazos.

—No es eso... Nadie lo entiende, ni siquiera Junior me va a entender.

Mi tía me mira con frustración, pero en sus ojos noto un destello de comprensión.

—A ver... Ahorita dice que sí, que me quiere, pero cuando vea lo que realmente es vivir con un bebé, ¿qué va a pasar? —me siento junto a ella, acariciando el cabello de Mateo—. No me querrá más. A veces ni yo misma puedo aguantar mi estilo de vida.

—Entre los dos se te hará más fácil, ya lo verás. Ninguno sentirá tanto ese peso, déjate ayudar.

Sonrío levemente, aunque la duda sigue ahí, aferrada a mis pensamientos.

—¿Y si no? Para él, es fácil terminar y ya. Pero yo... —miro a Mateo, quien me observa con esos grandes ojos llenos de inocencia—. Yo soy la que tiene que desapegarse... Y además desacostumbrar a un bebé. Nadie entiende que yo siempre pienso por dos.

Mi tía suspira, tomando mi mano.

—¿Por qué te quieres arruinar todo? —pregunta con una mezcla de ternura y exasperación—. Sabes por qué tienes tantas dudas? Tú nunca estuviste cuando venía a verlo.

La miro intrigada.

—¿Por qué lo dices?

—Mateo es solo un bebé, no habla ni nada, pero Junior... —se ríe suavemente—. Parecía que se sentaba a platicar con su mejor amigo. Pasaban horas ahí, jugando. Cuando Mateo tenía hambre, nos pedía su biberón y él se lo daba, ¿crees que nosotros le ayudábamos?

No puedo evitar reírme con ella al ver que niega, imaginarlo me llena de ternura.

—Eso sí —continúa—, siempre preguntaba a qué hora llegarías, para no molestarte.

Mi sonrisa se ensancha, pero el miedo no desaparece.

—¿No crees que se canse?

Ella niega con firmeza.

—Yo creo que está encantado contigo, y pienso que te apresuraste mucho en alejarlo —me aprieta la mano—. Ser mamá no te quita el derecho de que alguien te quiera, Monserrat. No te niegues esa oportunidad.

Suspiro y asiento, aunque sigo sintiendo ese peso en el pecho.

—Lo sé, pero no tengo tiempo para que me rompan el corazón.

—Entonces deja de pensar que eso es lo que va a pasar —me regaña suavemente—. Déjate querer y deja de hacerlo sufrir.

Le sonrío mientras se levanta, dejándome un beso en la cabeza.

—Ahora duerme, que mañana verás qué hacer. Nosotros también lo queremos mucho a él, no lo olvides.

—Ya lo noté —digo en tono burlón mientras me recuesto junto a Mateo.

Mi tía apaga la luz y me acurruco con Mateo, su pequeño cuerpo recargado en mi brazo. Le dejo un beso en su mejilla gordita.

—¿Y tú qué dices? —susurro mientras peino su suave cabello—. ¿Te cae bien?

Dejo otro beso en su piel suave y cálida.

—¿Crees que me estoy equivocando? —le pregunto como si pudiera contestar—. Yo creo que a ti te cae mejor Junior porque con Eddy lloras mucho.

Suspiro, recordando lo sucedido en el aeropuerto, y cómo Junior no me ha buscado desde entonces, ni siquiera para trabajar. Aún así, sigue mandándome depósitos como paga de trabajo.

reloj: junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora