Había pasado casi una semana sin ver a Junior. Me las arreglaba para evitarlo, cuidando cada momento: cuando salía a desayunar, cuando iba al estudio. Limpiaba su habitación solo cuando sabía que no estaba y me escabullía antes de que pudiera regresar.
No quería verlo más de lo necesario. Incluso me apresuraba en la cena para no cruzármelo en los pasillos.
—Mi bebé panzón —le digo a Mateo, besando sus manitas—. Te veo al ratito, pórtate bien, ¿sí?
Después de dejarlo encargado, salgo de la casa y sonrío al llegar al hotel, dispuesta a otro día rutinario.
—Buenos días, Mari —la saludo rápidamente mientras me registro.
—Alguien te está esperando en el lobby desde las cinco de la mañana.
Frunzo el ceño, extrañada. Mi corazón se acelera al girar hacia el lobby y ver a Junior, sentado en el sillón, con la cabeza inclinada hacia atrás, como si estuviera agotado.
—Puta madre —murmuro, acelerando el paso, queriendo desaparecer antes de que me vea.
—¡Monserrat! —escucho su voz tras de mí, fuerte y cargada de molestia. Lo veo levantarse, decidido a alcanzarme.
Llego al elevador, presiono frenéticamente el botón de mi piso y luego el de cerrar puertas. Justo cuando las puertas están a punto de cerrarse, una mano detiene el sensor.
—¿Qué chingados te pasa? —me pregunta, entrando con paso firme, claramente molesto—. ¿Vas a seguir evitándome?
Frunzo el ceño, irritada por su tono.
—Quita tu mano, tengo que trabajar —le digo, tratando de mantenerme tranquila.
—Bájate, quiero hablar contigo.
—No.
—Monserrat, bájate —insiste, alzando la voz.
—¡Que no! —le grito, incapaz de contenerme.
—Con madre, entonces.
Cierra las puertas del elevador y se planta frente a mí, sus ojos clavados en los míos, exigiendo una respuesta.
—¿Qué traes? ¿Por qué ahora me evitas? —su voz suena más seria, como si realmente estuviera preocupado.
—No sé de qué hablas —respondo sin mirarlo, apretando los labios.
—Mis amigos me han dicho que les preguntas si estoy en mi cuarto, y si no estoy, entras. ¿Qué estamos jugando aquí? Ni siquiera has ido a cenar, te vas temprano... te he buscado por todas partes y nada —su tono es una mezcla de frustración e incredulidad.
El elevador llega a mi piso, y doy un paso hacia la salida, pero él me agarra del brazo, deteniéndome.
—¿Qué tienes? —me pregunta, más calmado, pero firme—. Nos estábamos llevando bien, ¿qué pasó?
Suspiro, sintiendo esa tristeza familiar que no quiero admitir. Una parte de mí se había ilusionado, pero todas mis inseguridades volvían a golpearme de golpe cuando lo escuché. El pensamiento de que nadie me querría nunca más por ser mamá me acechaba desde entonces.
—Antonio, ¿de verdad te importa? —le pregunto, tratando de esconder mi dolor tras una máscara de molestia—. Ya te lo dije la última vez.
—¿Pero qué me dijiste? —replica, irritado—. Estabas encabronada, diciendo un montón de cosas que no entendí.
—No tengo por qué discutir esto contigo. ¡Qué hueva! —intento zafarme de su agarre.
—No, a mí sí me importa, y mucho —me suelta, pero no se aparta—. Quiero arreglar las cosas contigo.
Lo miro a los ojos, buscando alguna verdad en su mirada.
—¿Para qué? —pregunto, exasperada.
—¡Porque me interesas! —exclama, con desesperación en su voz.
Un nudo se forma en mi garganta. Odiaba haberme permitido sentir tanto por él.
—Claro que no —le digo, sin creerle—. Ese es el problema. Tú solo estás jugando conmigo.
Su expresión cambia, volviéndose más dura, más fría.
—¿Crees que estoy jugando? —su tono es bajo, pero lleno de rabia contenida—. ¿Has visto a alguna otra morra con la que haga todo lo que hago contigo?
Me río, sin humor, como si la situación fuera un mal chiste.
—Wow, Junior, gracias —respondo con sarcasmo—. Me encanta saber que puedes cogerte a otras mientras intentas "conquistarme" jugando juegos de mesa conmigo.
Él suspira, exasperado.
—Pues entonces ya!—pide tomándome de las manos—Hay que aclarar que somos y yo me aplaco.
—No. Basta ya con esto —le digo, alejándome de él.
—¿Por qué no me crees? —se acerca más, su respiración ahora casi chocando con la mía—. Me gustas, Monserrat, de verdad. Me encanta hablar contigo, verte. ¿Sabías que bajo a cenar solo para estar cerca de ti, aunque no tenga hambre?
Toma de mi mentón pegándome a él.
—Déjame quererte, ándale—me pide—Nada más una oportunidad.
Cierro los ojos un segundo, intentando no caer en sus palabras. Pero entonces, aparece la imagen de Mateo en mi mente.
—Junior, ¿por qué haces esto? —mi tono es más suave, lleno de tristeza—. Sabes que esto no es real.
—¿Y por qué no? —pregunta, ahora confundido.
—No soy como las morras que pasan a diario por aquí. Ni siquiera estoy cerca, tú estás consciente de eso y eso solo me hace confirmar que estás burlándote.
—¿Y cuándo te he pedido que seas así? —me responde, sin soltarme.
Suspiro y decido ya soltar la verdad.
—No aceptas a Mateo —susurro, sintiendo que el corazón se me encoge—. Ese es un problema para ti, aunque no lo digas.
Él niega de inmediato, sorprendido.
—¿De dónde sacas eso? —pregunta, más tranquilo pero evidentemente herido—. Nunca he dicho algo así.
—Ya, Junior. No tengo tiempo para esto —digo, agotada.
—No voy a dejar que pienses eso —dice con firmeza—. A mí no me importa que tengas un hijo. Eso no cambia nada para mí.
Lo miro, queriendo creerle, pero las dudas no desaparecen.
—El otro día, cuando estabas con esa morra, tu amigo te preguntó si yo te gustaba. Te reíste y dijiste que era una mamada pensar eso porque tengo un hijo.
Su expresión se congela. No tiene nada que decir.
—Deja de fingir que me quieres, Junior. No tengo tiempo para juegos. Si hay algo que amo en esta vida, es ser mamá —le digo, con la voz quebrada.
Suspiro, alejándome de él.
—Y dolió, porque estaba empezando a pensar que tal vez podría dejarte conocerme —miro hacia el suelo, sintiendo el peso de mis palabras—. Pero ya no. No quiero que me conozcas ni a mí ni a mi hijo.
Lo miro por última vez.
—Cómo Junior H va a andar con una morra como yo, no?—sonrió sarcástica—Con bebé incluido.
Lo dejo atrás, caminando hacia el pasillo, con la mezcla de rabia y tristeza aún latiendo en mi pecho. Él se queda quieto, incapaz de seguirme, mientras yo me voy con los sentimientos a flor de piel.
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reloj: junior h
FanfictionUna camarera designada para atender al exitoso cantante de corridos, Junior H.