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Capítulo 18 : DULCE ANGEL, DULCE AFRODITA

Rio.
Nueve meses atrás.

—Es un placer hacer negocios con usted, Alfa R.

—Todo un placer.

—Esperamos que su estadía en Londres sea placentera.—Harto de los halagos, solo quería meterle un tiro entre cejas al viejo qué solo sabía decir mierdas.

—No se preocupe. Es muy placentera.

—Lo dejo que disfrute su comida.

—Bien.

Barrí la mirada y no esta nada mal. No son como los restaurantes de lujos en Grecia pero es cómodo.

La vista fue interrumpida por una hermosa mujer, un ángel. Sus rasgos eran asiáticos, cuerpo definido, hermosamente provocador e diminuto, iba con ella, su cabello largo rubio la hacia parecer un jodido sol.

Mis ojos no podían dejar de contemplarla, se veía perdida, cuando me levante para acercarme a ese hermoso ángel descubierto. Un hombre daña el momento.

—Esteban—Llamo a mi mano derecha. —Síguelos y busca cualquier información de esa mujer.

La espera fue larga, recopile cada información sobre ella, sus gustos, sus pasos, todo de su vida.

Roseanne, ese ángel que siempre he deseado tomar. Sin embargo, la dificultad ya que sus pasos no son permanentes, esta rodeada de hombres peligrosos aunque dos de ellos están en mi mandato, solo los dejo jugar.

Regresar a Grecia fue un dolor grande para mi, mi ángel, la mujer que deseaba poseer la tendré que mantener vigilada de lejos hasta que pueda tenerla en mis manos.

—Hakings, quiero una pintura.

—Señor, puede darme una imagen o descripción sobre que desea que plasme?

—Sí, te la daré. —Sonreí teniendo la imagen de esa hermosa y pequeña niña rubia.

—Gracias señor. Le prometo que amará la pintura.

Y tuvo razón, la pintura fue una obra maestra, dejando mostrar la verdadera Diosa que es mi hermosa chica.

Ahora solo vivo por encontrarla, no me importa a quien tendré que matar.

Actualidad

—Está en la mansión Romanov, al parecer Ilenko Romanov la hizo su sumisa y eso puso en desacuerdo el trato que tenia con el italiano.

Había metido a su gente en esa mansión, no era muy difícil de hacer cuando su posición es mucho mayor que esos que juegan a ser sicarios.

Su estrés estaba a gran manera, la quería tener en sus brazos, pero siempre había un impedimento.

—La quiero, ya.—Exclamé. Era una orden. —No importa quien este, si alguien impide que la traigan, matenlo.

Todos se mantenian expectantes y callados.

—Entonces, atacamos?

—Sí, no se contengan.

—Sí, no se contengan

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