GRABEDAD

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—¿ ustedes ya se conocían? — La confusión de Jimm  era muy parecida a la mía.

Mientras que el director ya se dirigía hacia nosotros como a punto de llevar sus manos a nuestras gargantas, y antes de llegar comenzó.

— Parece que tienen una charla interesante—  suspiró irritado.
No era nada nuevo eso de sus sermones públicos para disciplinar al ganado
Alfredo se dirigió a él en seguida.
—Entonces es usted el director. — Saco de su chaqueta una identificación y trato de entregársela, sin recibir respuesta por parte del viejo. Aun así continuó.

— Bueno, he venido por mi primo, me han enviado mis tíos. Pero puede llamarlos de ser necesario, antes de que nos vallamos.— dijo mientras buscaba la mirada del viejo Armando, la cual ahora se posó penetrante en mi, pero yo seguía perdido en mis recuerdos.

Cuando se encontraron sus miradas el viejo, dio un paso hacia Alfredo, serio, su tono era grave.

— Así es, soy el Director de la institución. Por la misma razón es que debo cumplir con mi deber y basado en la charla que tuvimos, dudo que usted comprenda cómo se hacen las cosas aquí…— soberbio lo recorrió con la mirada, se detuvo en la argolla del oído derecho de aquel chico

— Solo vengo porque…— intento continuar, el viejo interrumpió, de nuevo, lo miraba con desprecio.

— No importa a qué has venido o quien seas, dejaste muy claro que no tienes la capacidad moral, por lo que puedo llamar a las autoridades, si lo creo necesario. Además de que no tienes ni una pizca de cultura para tratar a alguien superior, estos chicos volverán a clase, donde deben estar y no se discutirá más. — El chico lo escucho resignado.

— Puede llamar a las autoridades si así lo desea, se lo aseguro, talvez ellos noten ciertos rasgos en su persona, y puedan hacer algo... Ya que su deber es lo que menos le importa ¿Verdad?... Talvez yo no tengo moral, pero usted tiene doble y tratando de ganar estilo, lo hace de forma sarcástica. Es fácil quedar bien con algunas sonrisas fingidas pero, cuando sucede algo fuera de su control, fuera de su mente, se cabrea, no soporta estar equivocado. Será mejor que deje de lado su posición en ese escritorio cuando decida tratar a la gente de carne y hueso, porque su culo sentado ahí no va a impedir que siga siendo un simple mortal o ¿si?. — el chico tenía las manos su chaqueta, sonreía sarcástico.
—Entonces, ¿Cuál es su deber señor director?  si su definición de cultura son aciertos simplemente.—

Alfredo sabía que el director tenía la mecha corta, estaba jugando con eso de “el que se enoja pierde" pero el director había dejado a la vista algún tipo de cólera que le secó la boca y comenzaba a verse más viejo de lo normal. Trató de tranquilizarse y de recuperar su postura, pero fue inútil.

— No eres más que un inadaptado queriendo perturbar a los estudiantes de la institución con tus ideas revolucionarias para sentirte importante... me preguntó… ¿Qué pasará por la cabeza de tus padres, cuando vieron que su hijo con aretes en el oído, les hablaba de libertad, como si se tratara de una señorita? ¿ acaso así se siente?— arqueando una ceja. Por si parte Alfred lucía tranquilo y contesto.

— ¡Ho! Ellos están bien. Todo lo que mis padres nunca quisieron, eso soy yo, pero eso se normaliza con los años, ¿Verdad? Masomenos como se normalizó su culo en el escritorio de un director con tendencias narcisistas. Que manía esa de prostituir su profesión, haciendo pasar por carácter a su mal humor a flor de piel, solo mire. Su  principio, viene de esa idea tonta de que "los hombres no lloran" pero apuesto que lo hace a escondidas he .—  Alfredo le sonrió como si le hubiera dicho un cumplido.

El viejo le miraba cada vez más fijo, haciendo su piel blanca, totalmente roja, dejando a la vista su enfado. El chico parecía disfrutarlo y continuó.

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