08/03/2022 - Argentina, Latinoamérica.
MATÍAS
A pesar de todo el tiempo que había pasado, el eco del portazo de Enzo todavía resonaba en mi cabeza. Mis ojos seguían fijos en la puerta cerrada, pero mi mente ya no estaba allí.
Cada palabra que me había dicho se repetía en mi cabeza, como si mi propio cerebro estuviera empeñado en torturarme.
Asco.
Ese simple sustantivo era como un veneno que se esparcía por mis venas. ¿En serio le daba asco?
Quizá si fuera una mujer Enzo no sentiría tanta repugnancia al verme. Tal vez las cosas hubieran sido diferentes y podríamos haber sido una pareja normal.
Casi podía sentir cómo mi corazón se iba rompiendo en pedazos ante la idea, uno tras otro. Mi alma lloraba, mis ojos ya no. No les quedaban fuerzas para fabricar más lágrimas.
Estuve en el suelo unos minutos, abrazando mis rodillas, sin fuerzas para levantarme. Quería gritar, liberar toda la presión que tenía. Quería llorar hasta quedarme sin aire, pero ni siquiera me quedaba energía para eso.
Enzo se había llevado todo. Mis lágrimas, mis palabras, incluso mis ganas de existir en ese momento. Todo se lo había llevado consigo, y de mi solo quedaba un vacío, uno que ya no sabía si podía rellenar de nuevo.
Duele darse cuenta de que la persona que mas te hiere es la misma a la que más estás necesitando.
No sé cuánto tiempo estuve así, con la mirada perdida y la mente rota. Necesitaba escapar de allí, necesitaba respirar otro aire que no estuviera contaminado con su presencia.
Con un esfuerzo inmenso, me levanté del suelo tambaleándome. Las piernas me pesaban como si estuvieran hechas de plomo, y cada paso que daba mis pies gritaban querían detenerse.
Me dirigí al baño, con la idea de lavarme la cara. Pero cuando llegué y me vi en el espejo, apenas me reconocí. Mis ojos estaban rojos e hinchados, las lágrimas todavía secándose en mis mejillas, y mi rostro parecía más pálido que de costumbre.
Soy patético.
Pensé. No podía evitarlo. Me veía y sentía como un niño pequeño al que acaban de romperle su juguete preferido. Solo que esto no era un juguete. Esto era mi corazón, mi vida, mi todo. Y Enzo lo había destrozado sin siquiera pestañear.
Abrí el grifo y me mojé la cara varias veces. El agua fría me ayudó a calmar un poco el ardor de los ojos, pero el nudo en mi garganta seguía ahí, impidiéndome respirar con normalidad.
Me quedé unos segundos apoyado en el lavabo, intentando controlar mi respiración, hasta que por acto sorpresa, otra visita me esperaba tras la puerta. Alguien estaba tocando. Mi cuerpo se tensó al instante, y el miedo de que fuera Enzo de nuevo se apoderó de mí.
¿Qué más podría decirme? ¿No había sido suficiente con lo que me soltó antes? No quería volver a verlo. No podía.
—Matías... — la voz al otro lado de la puerta era suave, y gracias a eso la reconocí al instante. Era Agustín.
Respiré aliviado, aunque una nueva oleada de vergüenza me golpeó. No quería que mi amigo me viera así, no quería que él supiera lo bajo que había caído.
—¿Estás ahí? — preguntó. —¿Puedo entrar?
Me sequé el rostro con la toalla lo más rápido que pude y salí del baño. Caminé hasta la puerta, sin saber cómo enfrentarme a él. Agarré y apreté el pomo, pero dudé un segundo antes de abrir.
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𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝟏𝟎𝟑 - 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐳𝐚.
Fanfic¿Quién planea enamorarse de su compañero de rodaje? Nadie. Pero esto se convierte en una realidad para Matías cuando Enzo comienza a hacerle sentir cosas extrañas y nuevas para él. Le odia, pero algo dentro de él no quiere admitir que le quiere. Y E...