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07/03/2022 - Argentina, Latinoamérica.

MATÍAS

Abrí los ojos lentamente, deseando que la pesadilla hubiera desaparecido, pero no fue así, aquello no desaparecería tan rápido cómo yo creía.

El peso del mundo caer sobre mi en el instante en que la conciencia me alcanzó, logró derrumbarme por completo a primera hora de la mañana.

La luz del sol se filtraba débilmente a través de las cortinas del hotel, y la alarma de mi móvil sonaba sin parar, tendría que apagar esa y las tres siguientes que había puesto por si acaso me dormía o no escuchaba.

No quería moverme. No quería levantarme, no quería enfrentarme a otro día de rodaje, a la idea de ver a Enzo y fingir que todo estaba bien. La cama, aunque era cómoda, parecía una prisión en la que estaba condenado a quedarme.

¿Para qué levantarme?

Me pregunté a mí mismo, mientras me daba la vuelta y me cubría la cabeza con la almohada, como si eso pudiera protegerme de la realidad que me esperaba fuera de esas sábanas.

Las horas pasaban, y yo seguía allí, dando vueltas en la cama, incapaz de encontrar la fuerza para salir de ella. De vez en cuando mi teléfono sobre la mesa se iluminaba, dando a ver el nombre del director en la pantalla, me llamaba variedad de veces, pero no estaba con ánimos para hablar, solo quería estar un día tranquilo, al menos uno sin sentir cualquier tipo de presión por parte del mundo, el cual me exigía ser perfecto.

Comenzaba a sentirme sucio, no solo por no haberme duchado, sino por la sensación de haber perdido algo de mí mismo durante este pequeño periodo tiempo.

Finalmente, me decidí a hacer algo para avanzar la mañana... bueno, la tarde, porque ya eran las cuatro y media.

El techo del cuarto parecía distante, casi borroso, pero no podía quedarme allí más tiempo. Con un suspiro pesado, forcé a mis piernas a moverse, primero deslizando una de ellas hasta el borde de la cama, y luego la otra, hasta lograr levantarme.

En cuanto mis pies desnudos tocaron el suelo, un mareo repentino me golpeó con fuerza, provocando que el cuarto girara a mi alrededor. Mis rodillas se doblaron involuntariamente, tratando de apoyarme en la pared para no caer. Antes de que pudiera reaccionar, mi visión se oscureció, como si alguien hubiera apagado las luces del mundo.

Durante unos segundos que se sintieron eternos, todo se volvió negro. El vacío, mi mayor miedo, me rodeó, y el pánico crecía poco a poco en mi pecho al no poder ver, como si estuviera atrapado en una oscuridad infinita.

Finalmente, la luz regresó en tiempo lento, dejándome ver, algo borroso, mi habitación. Opté por la mejor solución, cerré los ojos y respiré hondo, esperando que el mareo pasara del todo.

Simplemente me quedé quieto, agarrando el borde de la cama con mis manos temblorosas, hasta que dejé de sentir que el mundo giraba a mi alrededor.

Quizás una ducha me ayudaría a despejarme, a sacarme de encima ese pequeño malestar que me tenía atrapado. Además, lo necesitaba.

En cuanto llegué al baño, me desnudé lo más rápido que pude mientras encendía el agua, preparando la temperatura perfecta para un baño.

El reflejo del espejo me obligó a levantar la mirada, encontrándome conmigo mismo. La barriga me rugía, no había comido nada en todo el día, pero extrañamente tampoco quería, no tenía hambre, a pesar de que mi estómago hiciera esos raros sonidos.

En un abrir y cerrar de ojos, la imagen de Enzo apareció frente a mi, como si fuera un holograma... o alguien real.

Casi podía sentir sus manos recorriendo mi torso, acariciando cada centímetro de él, como si estuviese tocando la cosa más valiosa del mundo, y tuviera miedo de romperlo. O quizá solo estaba fingiendo.

𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝟏𝟎𝟑 - 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐳𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora