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26/02/2022 - Granada, España.

ENZO

Jamás pensé que odiaría tanto el sonido de un móvil. La alarma no paraba de sonar, juraría que cada vez se oía más alto. Era una pesadilla y el pitido insoportable.

¿Dónde narices estaba el móvil? ¡Que alguien apague esto por favor!

Miré debajo de la almohada, deshice la cama buscando por dentro de las mantas, en la mesita de noche, debajo de la cama... el móvil no estaba en ningún sitio.

No aguantaba más, la alarma me estaba comiendo la cabeza. Pronto solo hablaría el idioma alarma si seguía incrustándose así en mi cerebro.

En el momento de más desesperación, comencé a sentir una vibración en mis muslos. No podía ser, llevé la mano hasta ellos metiéndola en el bolsillo de mi pantalón del pijama.

El móvil.

¡Por fin, la pesadilla había desaparecido! ¡ya no había alarma!

Suspiré aliviado y miré al mi alrededor. Que desastre acababa de ocasionar solo por buscar un objeto... me iban a matar. A lo mejor pensarían que aquí durmió un león en vez de un humano.

Cogí todas las mantas que había tirado al suelo en mi momento de desesperación y las puse encima de la cama, para al menos dejar la habitación decente.

Rápidamente miré la orden del día, no grabaríamos muchas horas, pero serían escenas intensas. Agarré la ropa requerida y me cambié, dejé mi pijama dentro del armario de la habitación. Luego me dirigí al baño, pasando los dedos por mi pelo, peinándolo un poco.

—Vale, — hablé para mí mismo. —el vestuario, mi teléfono, mi chaqueta... espera ¿y mi chaqueta?

Lo tenía todo menos el abrigo, no estaba por ningún sitio. Claro, como pretendía que estuviera en mi habitación, si lo tenía Matías.

Con todo listo, salí de mi cuarto dirigiéndome a la habitación 103, la de Matías. Quería recuperar mi chaqueta, tenía bastante frío. Tras un largo paseo, dónde me encontré a varias personas del rodaje bajando a desayunar, llegué a su habitación.

Toqué con los nudillos tres veces. El chico tardó, pero abrió, su amplia sonrisa se cambió a una expresión decepcionante. Tenía una cara de que se acababa de despertar, y en cierto modo, me preocupaba haberle despertado yo.

—Enzo. — dijo con el tono más seco del mundo. Su expresión facial había vuelto a cambiar, ahora mostraba asco y enfado.

¿Enfado por qué? Si yo no le había hecho nada malo.

—Matías. — contesté, de una forma más animada.

Creo que pensó que me estaba burlando de él, porque hizo una mueca poco amistosa y luego un ademán de cerrar la puerta. Di unos pasos hacia delante intentado frenarle, para poder seguir hablando con él.

¡PUM!

La puerta se cerró de golpe, chocando contra mi nariz. Eso, si había dolido. Mi nariz palpitaba y dolía, sentía como si me la hubieran arrancado. Del enfado que había cogido, le grité desde el otro lado de la puerta.

—¡Mi nariz imbécil! — no esperaba obtener respuesta, en cambio si recibí una.

—¡Te lo mereces! — gritó Matías desde dentro.

—¡Pero si no te he hecho nada! ¡Solo había venido a pedirte mi chaqueta de vuelta!

El menor no volvió a responder, esperé unos segundos, y la puerta de Matías se volvió a abrir. Me tiró la chaqueta a la cara y después, volvió a cerrarla, dando un portazo que retumbó por todo el hotel.

𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝟏𝟎𝟑 - 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐳𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora