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14/03/2022 - Argentina, Latinoamérica.

ENZO

Me desperté por la luz, que se filtraba débilmente por las cortinas. Hoy sería el mejor día, hoy no habría que rodar, el mal tiempo detuvo las grabaciones de hoy de Bayona, así que nos quedaríamos con el día libre.

No era precisamente temprano, pero tampoco lo bastante tarde como para perderme el desayuno. Me estiré en la cama, sintiendo la tensión y el estrés acumulado en los hombros.

Miré el teléfono sin mucho interés, revisando notificaciones sin importancia. No sabía por qué, pero por alguna razón, me apetecía ver el nombre de Matías entre mis nuevos mensajes.

¿Qué haces con tu vida, Enzo? Dios, parezco estúpido.

Me incorporé lentamente en la cama hasta sentarme en ella. Giré la cabeza hacia la ventana, el día estaba nublado, gris, habría tormenta.

Amaba los días de tormenta, especialmente cuando era yo quien estaba refugiado de ella. Siempre me había gustado ver rayos y escuchar los truenos en el salón de mi casa, envuelto en una gruesa sábana que me cubría del frío, y un vasito con café caliente.

El solo pensar que hoy no habría que salir me llenaba de alegría. Salté de la cama y me vestí lo más rápido que pude para bajar y no perderme el desayuno. Necesitaba un café.

Sí, me encanta el café.

Bajé en el ascensor entre bostezos, caminando con algo de sueño y estirándome mientras llegaba.

Cuando entré al comedor, todo estaba tranquilo, como si hoy todos se hubieran puesto de acuerdo para desayunar en silencio. El viento afuera golpeaba los ventanales con fuerza, por lo que sonreí y me dirigí al pequeño buffet del desayuno, cogiendo un plato con pan, huevo, y tomate.

Luego me dirigí a la máquina del café para hacerme un expresso.

Mis ojos recorrieron la sala hasta encontrar a los chicos, sentados en una mesa rectangular con varios asientos ya libres, daba la sensación de que algunos del set se habían despertado más temprano y ya habían desayunado. Caminé hacia ellos, y cuanto más caminaba, más se asomaba su cabeza.

Matías.

Sentado al final de la mesa, estaba inclinado hacia el plato, empujando distraídamente unos trozos de pan con el tenedor, como si no tuviera el menor interés en comer. Las ojeras marcaban su rostro, resaltando una palidez que parecía haber aparecido de la nada.

Agustín estaba a su lado, conversando sin mucha atención, parecía que la presencia de Matías a su lado fuera una costumbre que no necesitaba mayor observación.

Me acerqué despacio, sin despegar la vista del chico y me senté en la mesa, un poco cerca de él. Después de saludar a algunos de los actores, volví a centrarme en el castaño que parecía un vampiro.

Tuvo una mala noche, eso es todo.

Pensé, obligándome a mirar hacia otro lado y a no darle demasiada importancia. No iba a caer en el error de preocuparme demasiado.

Era más fácil decirlo que hacerlo, claro.

Mientras comía, mis ojos volvieron a él una y otra vez, atrapados en el gesto que hacía al empujar un trozo de pan sin intenciones de probarlo. Finalmente, Matías se levantó y salió en silencio, dejando el plato casi intacto.

Fruncí el ceño al verlo alejarse. Había dejado la mayoría de la comida sin tocar, apenas unas migas en el plato, y eso, sin querer, me dejó con una extraña sensación.

𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝟏𝟎𝟑 - 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐳𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora