𝟏𝟖

640 50 181
                                        

06/10/2008 - Uruguay, Latinoamérica.

ENZO (15 años)

Había estado dándole vueltas durante días. La ansiedad me consumía. Sabía que no podía seguir ocultándolo, pero tampoco sabía cómo soltarlo.

Dormía mal, o mejor dicho, no dormía. Me quedaba en la cama, mirando el techo y pensando en cómo lo diría.

"Oye, Dylan, ¿te acuerdas de cuando dijimos que seríamos amigos para siempre? Pues... hay algo que no te he contado."

No, no, eso sonaba ridículo.

"Dylan, tengo que decirte algo importante. Creo que me gustan los chicos."

Pero si lo decía así, ¿cómo reaccionaría? ¿Se reiría? ¿Me miraría raro?

Los minutos antes de salir de casa ese día fueron los peores. Mi cuerpo estaba en piloto automático, pero por dentro era un desastre. Caminaba hacia el parque como si estuviera yendo a mi propia ejecución, a mi propia tumba.

No podía dejar de pensar en qué pasaría después de contarle. ¿Me evitaría? ¿Le contaría a alguien? El peor escenario, el que más me asustaba, era que no quisiera ser mi amigo más. Dylan era mi pilar, mi compañero en todo, y la idea de perderlo me aterraba.

Ya en el parque, cada paso hacia nuestro banco habitual se sentía más pesado que el anterior. Mis manos sudaban, aunque hacía algo de frío.

Dylan estaba sentado en el banco, relajado, con el teléfono en la mano. No tenía ni idea de lo que iba a soltarle, y por un segundo pensé en dar la vuelta y marcharme.

Por el rabillo del ojo, mi mejor amigo me vio. Se dirigió hacia mi para saludarme, y con rapidez, me enseñó la pantalla de su móvil.

—Mira esto, Enzo — dijo, mostrándome un meme que acababa de encontrar. Ni siquiera me molesté en mirarlo de cerca. No tenía cabeza para bromas en ese momento. —¿Te imaginas a nosotros haciendo esa gilipollez en clase? — soltó una risa y volvió a concentrarse en su pantalla.

Lo observé por un momento mientras nos sentábamos en el banco de nuevo. Mi cabeza seguía anclada en lo que quería contarle, en cómo podría cambiar todo entre nosotros después de ese día.

No puedes seguir guardándotelo.

Me repetía. Pero no encontraba la forma correcta de empezar.

¿Cómo se le dice a tu mejor amigo que eres gay? Y más importante aún, ¿cómo se lo dices cuando no tienes ni idea de cómo va a reaccionar?

Dylan siguió hablando de cosas sin importancia. Me hablaba de algo que pasó en clase ese día, de cómo el profesor de mates había hecho otro de sus comentarios estúpidos. Yo asentía, pero apenas estaba escuchando.

—Ey, ¿viste lo de la tele el otro día? — preguntó de repente, sacándome de mi aislamiento.

—¿Eh? ¿Qué cosa? — respondí, intentando sonar interesado.

—Lo del programa ese de la tele. Había un tío en un bar de esos gays, se veía super macho y de repente dijo que era gay. — soltó una carcajada.

Sentí un nudo en el estómago. Esa fue la señal. Dylan había expulsado un tema delicado de su boca sin siquiera saberlo, parecía como si el universo me estuviera empujando a decir algo.

—¿Y eso tiene algo de malo? — pregunté, intentando mantener un tono neutral. Mi corazón comenzó a latir más rápido. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero ya había empezado.

𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝟏𝟎𝟑 - 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐳𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora