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04/03/2022 - Argentina, Latinoamérica.

MATÍAS

Tenía claro que parecía un robot, llevaba el tenedor a mi boca, masticaba, y dirigía el cubierto al plato de nuevo para coger más huevo. Siempre el mismo recorrido, y algunas veces, añadía beber agua del vaso.

La mesa en la que me encontraba era rectangular, con espacio suficiente para que todos (o la mayoría) de miembros del cast pudieran sentarse y desayunar. A mi al rededor escuchaba conversaciones, pero no les prestaba atención. No porque no quisiera, sino porque no podía.

Me había pasado mucho durante toda mi vida, pero esta vez, era peor. Mi mente estaba tan centrada en un solo tema, que olvidaba el resto, y ese tema me estaba carcomiendo por dentro.

Anoche, cuando creía encontrarme frente a la habitación de Enzo, rezaba internamente para que el mayor me abriera la puerta, poder hablar sobre todo lo que había pasado entre nosotros, y llegar a una salida en conjunto. Nunca lo hizo.

"Vete a tu cuarto, Matías."

Mi pecho se encogió con tan solo recordar lo ridículo que me sentí al recibir ese mensaje. Una sensación de insuficiencia me invadió nuevamente, mandando un escalofrío por todo mi cuerpo. Suposiciones negativas llegaban a mi mente cada vez más rápido.

No le gustó. No fui suficiente. Se aburrió de mí. Me utilizó. Le doy asco. Solo quería diversión. Le parezco muy irritante, molesto, cansino, estúpido...

¿Cuál era la correcta? Empezaba a sospechar que todas.

Jamás me había criticado tanto a mí mismo como en este momento.

Dejé el tenedor de forma brusca en el plato, llevando la palma de ambas manos a mis ojos. Suspiré notando como mi corazón se aceleraba y mi garganta comenzó a estrecharse, haciendo presencia de una molestia, como si buscara acorralar las ganas llorar de que comenzaba a tener.

—Matías, ¿te pasa algo? — preguntó Agustín, quien estaba a mi lado.

—No. — me sorbí la nariz, apartando mis manos de los ojos, notando las palmas medias húmedas. —¿Qué estabais diciendo?

—Solo recitábamos el diálogo de las escenas de hoy. ¿Quieres hacerlo?

—Bueno. — me acomodé en la silla, mirando a los demás, algunos de ellos también dirigían su vista hacia mí. Tragué saliva, eliminando los pensamientos relacionados con Enzo para centrarme en lo más importante. —Primero hablaría Rafael, después yo diciendo: Siete días y siete noches sin comer nada. Si no comemos nos vamos a morir.

—Luego te respondería yo. — habla Diego haciendo que lo mire. —¿Comer qué? Vos estás loco Roberto. Vas a hacer que todos los demás se vuelvan locos también.

—Afuera hay comida. — interviene Agustín, recitando también su parte del diálogo.

—Afuera hay proteína, la energía que necesi... — paré de hablar de golpe en cuanto le vi venir.

Enzo.

Ahí está. El imbécil.

Venía sonriendo mientras sujetaba con sus manos un plato con el desayuno y una taza de café. Me había quedado claro que le encantaba el café. Juan recolocó la silla libre que estaba a su lado para que pudiera sentarse. Lejos de mí.

—Buenos días, Enzo. — le saludó Blas.

—¿Qué tal? — contestó él.

—Recitando los textos. Matías estaba diciendo el suyo.

𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝟏𝟎𝟑 - 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐳𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora