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02/03/2022 - Granada, España.

ENZO

Una, dos, tres...

Espera, ¿qué estaba contando?

¡Ah, sí! El tiempo que llevaba sentado en aquella silla en el restaurante. Creo que habían sido más de tres horas, y mi trasero estaba plano no, lo siguiente.

Suspiré en cuanto acabe de tomarme la última gota de vino que me quedaba. La mayoría habíamos terminado de cenar, solo quedaban unos pocos que aún estaban comiendo.

Aburrido, agarré el tallo de la copa y comencé a darle vueltas, pensando en mis propias cosas, mientras el resto del equipo terminaban de cenar.

¿Sabéis lo típico de sentir una mirada pesada encima? Cuando estás inquieto porque sabes que alguien te está mirando, pero no logras ver quién. O simplemente te sientes observado de una manera u otra, sin que nadie te esté vigilando.

Pues esa sensación estuvo presente en mí durante toda la cena, de hecho, sigue presente. La única diferencia, es que yo sí se de donde viene.

¿Tenía monos en la cara? ¿O por qué Matías no me había quitado el ojo de encima durante toda la noche?

Según yo y los extraños pensamientos que cruzan por mi mente día a día, en otras situaciones me habría molestado, pero hoy, raramente, me gustaba pensar que algo en mí captó su atención.

Al fin, en todo lo que llevábamos de noche, le vi abrir la boca para hablar. El chico había estado callado durante toda la comida, solo le había escuchado reírse ante unas cuantas historias que otros contaban. Pero cuando comenzó a hablar con Agustín a su lado, sentí como una ola de alivio me recorría de arriba abajo. Ningún gato le había comido la lengua, de momento.

Matías tenía el cabello desordenado, dándole una forma de librito, con la raya en medio. Llevaba dos pendientes en forma de pequeñas argollas plateadas en cada uno de sus lóbulos, y en sus dedos algún que otro anillo, del mismo material.

Sonreí inconscientemente cuando me di cuenta de cómo el menor se expresaba. Movía las manos abiertamente y las expresiones de la cara cambiaban con cada frase que decía. Segundos después, mis ojos se dirigieron hacia Agustín, quien atentamente, escuchaba todo lo que el chico decía con una sonrisa en el rostro.

Negué con la cabeza lentamente, sacando todo el aire que guardaban mis pulmones. Aún sonriente, miré a los demás, cruzándome de brazos sobre la mesa e integrándome en su conversación.

***

—Iré con Valentino. — comunicó Andy

—¡Yo voy con vosotros! — se unió Juan.

—No lleguen muy tarde al hotel... mañana es un día largo. — advirtió Bayona, despidiéndoles.

Valentino, Andy y Juan caminaron hasta ocultarse entre los edificios. Era casi medianoche, habíamos terminado de comer y nos dirigíamos de vuelta al sitio donde nos alojábamos. Menos ellos tres, quienes decidieron salir a dar una vuelta porque aún no tenían ganas de dormir.

Bostecé mirando al suelo. No tenía ganas de hablar con nadie, solo quería llegar a mi habitación, acostarme en la cama y dormir hasta veinticuatro horas seguidas.

Me consideraba de esa clase de personas que cuando terminaban una comida se iban a dormir. Podían estar así horas, y luego, despertarse como si nada hubiera pasado.

𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝟏𝟎𝟑 - 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐳𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora