𝟐𝟎

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15/03/2022 - Argentina, Latinoamérica.

MATÍAS

Llevaba todo el día tirado en la cama, con el móvil apoyado en la cara, sin hacer absolutamente nada más que deslizar el dedo en la pantalla y quejarme en silencio de lo aburrido que estaba. Ya ni siquiera me acordaba de la última vez que me había levantado, excepto para ir al baño y volver a tirarme en la cama.

No había rodaje, el cielo parecía caerse en pedazos con tanta lluvia, y, sinceramente, el concepto de levantarme y hacer algo me parecía una tortura medieval.

Estaba en mi mejor versión de bulto cuando escuché la puerta abrirse de golpe. Agustín entró como si fuera el dueño del lugar, mirándome con una mezcla de burla y lástima.

Empezaba a odiar esto de que medio mundo tuviera la llave de mi habitación.

—¿En serio, Matías? — me dijo, cruzando los brazos y alzando una ceja. —¿Todo el día en la cama? Te estás fusionando con las sábanas.

Levanté la vista con una expresión de absoluta miseria.

—¿Qué quieres que haga, Agustín? — bufé, poniéndole cara de víctima. —No hay rodaje, fuera está el diluvio universal, y el WiFi apenas llega. — me terminé de estirar en la cama, suspirando cansado de estar cansado. —Estoy atrapado en mi propia tragedia... es el destino, Agus. Me toca ser un ermitaño hoy.

Mi amigo se rió, pero claramente no iba a darme tregua. Se plantó al lado de la cama y me dio un leve empujón.

—Aunque sea abre la ventana y saca la cabeza, chico. Anda a tomar aire, a estirar las piernas. Si no, vas a terminar hablando con el cactus de la esquina, o peor, acabarás como un champiñón.

Rodé los ojos, suspirando dramáticamente.

—Ah, sí, claro. ¿Y para qué? ¿Para mojarme? — dije, poniendo mi mejor tono de sarcasmo mezclado con ironía. —No tengo paraguas, y tampoco quiero mojarme como un pollo, que luego vuelvo empapado y vas a ser tu el que me escuches quejarme después.

Agustín se rascó la nuca y, tras una pausa, me miró con reproche, como si ya no supiera que otra respuesta darme.

—Mira, si vas a ser un drama king, mejor ven con nosotros a la sala de juegos. Vamos a ver una peli.

Al oírlo, me dieron ganas de salir corriendo, y no precisamente a la sala de juegos. No estaba de humor para cruzarme con Enzo, ver su cara inexpresiva mientras me ignoraba o, peor, me miraba como si le diera igual que yo existiera. ¿Una película, al lado de él? No, gracias.

Así que, en un arranque repentino, me incorporé y dije con la voz más convencida posible:

—¿Sabes qué? — pregunté poniéndome enérgico. —Tienes razón. ¡Voy a salir! Capaz hasta voy a alguna tienda, paseo por las calles, hago algo productivo...

Agustín alzó las manos y negó con la cabeza.

—Eh, no te entusiasmes tanto. Ahora ya no. Quédate tranquilo que ya estamos todos en la sala de juegos. Así que levantate y muévete antes de que me arrepienta de haber venido a buscarte.

Fruncí el ceño, entre resignado y divertido, y suspiré. Justo ahora que había decidido que lo mejor era evitar a Enzo a toda costa, Agustín parecía determinado a meterme en la boca del lobo.

—¿Entonces, te vienes o no? — insistió él, sin darme opción a rechazar.

—Está bien... pero que conste que voy porque tú me convenciste, no porque quiera.

—Sí, claro. Vamos, drama king.

Lo miré, tratando de contener la risa. Él me empujó suavemente hacia la puerta y salimos los dos de mi habitación.

𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝟏𝟎𝟑 - 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐳𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora