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24/02/2022 - Aeropuerto de Uruguay, Latinoamérica.

ENZO


Había llegado el gran día. Desde la primera reunión, estuve esperando con ansias este momento. Y hoy, por fin, estoy en el aeropuerto, junto a mis compañeros de rodaje. A punto de subirnos a un avión que nos llevará a España, un destino que, siendo sinceros, nunca había visitado.

Sentado en los banquitos del aeropuerto, me percaté de que Matías estaba sobre su maleta, columpiándose en ella mientras hablaba con Juan Caruso, quien hace de Álvaro Mangino. La situación me hizo reír, el chico parecía un niño pequeño.

—Enzo.

La voz de Bayona hizo que dejara de mirar a Matías, me levanté de mi asiento y fui hacia él. El director me tendió un papel, la tarjeta de embarque. Mi sitio era el 16A, me había tocado la ventana. Una vez todos tuvimos el pasaje, nos dirigimos a los mostradores de facturación.

Me encontraba distraído mirando mi papel cuando escuché la voz de Matías, lo que me hizo alzar la cabeza inmediata e involuntariamente. El chico estaba caminando delante de mí, junto a Agustín. Se que es una falta de respeto escuchar conversaciones ajenas, pero no pude evitar poner la oreja y escuchar lo que decían.

—¿Por qué llevas esa chaqueta tan gorda en la mano? — preguntó el mayor.

—Porque no me cabía en la maleta, y en la mochila que llevo tampoco. Además, en España hace frío, están en pleno invierno. — Agustín rio.

—Cierto es.

Solté una pequeña carcajada lo suficientemente silenciosa como para que no me escucharan y seguí caminando oyendo que más decían.

—Solo ten cuidado de no perderla.

—¿Por quién me tomas? Es cara, no la pienso perder.

Facturamos nuestras maletas y llegamos al control de seguridad. Esta es la parte que más odio de los aeropuertos. Hay mucha gente, y como consecuencia te piden que lo hagas lo más rápido posible. Siempre me estreso.

Contemplé a Paula Baldini quitarse las botas y ponerse bolsas de plástico en los pies. En esos momentos, es cuando más agradezco no haber traído zapatos altos.

Cogí dos bandejas, en una coloqué mi móvil, auriculares, y cualquier cosa de metal o electrónica. En la otra simplemente puse mi mochila. Ambas bandejas pasaron sin ningún tipo de problema. Recogí mis cosas y me dirigí a la puerta de embarque, donde ya estaban algunos del proyecto. Me senté y masajeé mis ojos, me picaban, tenía mucho sueño. No había podido dormir mucho, por los nervios.

—Es normal que estés cansado, son las dos y media de la mañana. ¿Sabes qué? En España son las siete. — distinguí esa voz, era la de Agustín Pardella.

—Ya, pero tienes que contar las horas de vuelo también. Son once. — giró sus ojos, mirando al techo, pensando, luego me volvió a mirar a mí.

—Llegaremos a las dos de la tarde hora uruguaya, siete hora española, y entonces tendrás tiempo para descansar.

Suspiré, quedaba exactamente media hora para comenzar a embarcar. Saqué mi teléfono del bolsillo, pero no tenía ninguna notificación, así que volví a guardarlo y bostecé. De pronto, empecé a escuchar la voz de Fran, se había sentado a mi lado.

—¡Mira lo que he comprado!

—Ay por dios... ¿tú sabes lo caras que están las bolsitas de regalices en los aeropuertos?

—Sí, pero son mis favoritas. — dijo aún sonriendo de oreja a oreja.

—¿Cuánto te ha costado?

𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝟏𝟎𝟑 - 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐳𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora