Becky Armstrong es la imagen de la dulzura y la inocencia, trabajando en la biblioteca de su padre, pero esconde un oscuro secreto del que del que nadie sospecha. Freen Sarocha, una agente del FBI, ha dedicado su vida a atrapar criminales, y el caso...
El cuerpo de Becky cayó pesadamente sobre el mío, completamente inconsciente.
:- ¡Becky! - la llamé con desesperación, mis manos temblaban al sacudirla, pero no respondió.
Miré a Jimin, que aún sostenía la lanza de dardos, su rostro endurecido por la acción.
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:- ¿Qué demonios has hecho, Jimin? - le pregunté, la rabia vibraba en mis palabras.
Debería estar aliviada, pero no lo estaba.
:- Le disparé con un tranquilizante - respondió con calma - Solo tenemos dos horas antes de que despierte. Necesitamos movernos rápido-
Me acerqué con dificultad, mi pierna herida ardía con cada paso.
:- Desátame primero - exigí, mirando con impotencia las cuerdas que me mantenían atada.
Jimin dejó el cuerpo de Becky con cuidado en el suelo y comenzó a deshacer el nudo con rapidez. En cuanto mis manos quedaron libres, me abalancé sobre Becky, levantando su rostro para mirarla mejor. Su cabello empapado en sangre caía sobre su frente, y mis dedos, casi por instinto, lo apartaron. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de angustia y confusión me dominaba.
Por un lado, sabía lo que debía hacer. Becky era una asesina, peligrosa y sin control. No podía permitir que siguiera haciéndole daño a más personas.
Pero una parte de mí... una parte de mí quería protegerla, salvarla de todo, incluso de sí misma.
Las lágrimas que había reprimido por tanto tiempo brotaron sin control, y el nudo en mi garganta me impidió hablar.
Tom y Jimin me miraban, sus rostros reflejaban preocupación.
:- Freen, tenemos que llevarla ya - insistió Tom, su voz baja pero urgente.
Asentí con la cabeza, tratando de reprimir mis emociones. Jimin levantó el cuerpo inconsciente de Becky, con cuidado de no hacerle más daño. Sacó la aguja del tranquilizante que aún estaba clavada en su espalda y la cargó en sus brazos como si fuese frágil, aunque sabíamos que no lo era.
Me levanté de golpe, olvidando completamente la herida en mi pierna. El dolor me golpeó como una ola repentina.
:- ¡Ah demonios! - gemí, doblándome por el intenso dolor.
Tom corrió hacia mí y me sostuvo, su expresión era de pura preocupación.
:- Freen, ¿estás bien? - me preguntó mientras me ayudaba a mantenerme en pie.
:- Sí, pero mi pierna... - murmuré, apretando los dientes por el dolor.
:- ¿Qué te hizo? - preguntó, su voz cargada de ira y preocupación.
