Juliette

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Julia:

Lunes por la mañana, después de bajar del metro junto a Kate, me invadía una mezcla de sentimientos que apenas podía manejar. Mientras caminábamos hacia la oficina, sentía los nervios arremolinarse en mi estómago, acompañados de una ansiedad casi insoportable.

Al mismo tiempo, estaba triste, pero también feliz. Era como si todas las emociones se hubieran entrelazado en un caos que no sabía cómo ordenar.

Estaba nerviosa y ansiosa porque tenía que enfrentar a Cindy y decirle que aún no había conseguido la entrevista con el New York Times. Solo de pensar en su cara cuando le dijera eso, me daban ganas de esconderme bajo mi escritorio. Sentía un nudo en la garganta. Sabía que no sería una conversación fácil, y por más que intentara prepararme mentalmente, nada me quitaba esa sensación de inminente desastre.

A la vez, una tristeza profunda me invadía al caer en la cuenta de que Jason ya estaba lejos, a miles de kilómetros, y estaría fuera por casi cuatro meses. Nos habíamos despedido apenas ayer, pero la ausencia ya pesaba sobre mí.

Siempre había estado ahí, siempre había sido mi compañero, mi confidente. Y ahora, enfrentaría todo esto sin él a mi lado.

Pero, a pesar de todo, también había una chispa de felicidad. Conrad me había invitado a cenar. No habíamos confirmado el día, pero intercambiamos números de teléfono, y eso era algo.

El hecho de que alguien como él, tan fuera de mi alcance en mi mente, me hubiese hecho esa invitación me hacía sonreír internamente. No podía evitar sentir mariposas en el estómago cuando pensaba en ello.

El domingo fue increíble. Pasé el día rodeada de mis amigos y mi padre, y por un rato, me olvidé de todas las preocupaciones. Nos reímos, jugamos, todo fue perfecto.

Pero ahora era lunes, y la realidad volvía a caer sobre mí como una pesada losa. Tenía que enfrentar el trabajo, enfrentar a Cindy, y solo rogaba que Mathew pudiera ayudarme a encontrar una solución rápida antes de que ella llegara.

— ¿Lista? —me preguntó Kate, sacándome de mis pensamientos mientras me sonreía.

— Lo intentaré —respondí con una media sonrisa.

Aunque por dentro, lo único que hacía era rezar para que este día no fuera un desastre completo.

— ¡Buenos días! Eres justo quien más deseaba ver — me saludó Mathew con su cálida sonrisa, como cada mañana.

— Buenos días... No imagino por qué sería — respondí tratando de sonar despreocupada mientras tomaba asiento frente a él.

— Julia... ¿Qué demonios hiciste? — me preguntó inclinándose sobre su escritorio y bajando la voz, casi como si fuera un secreto.

Sentí un nudo en el estómago. No era bueno que Mathew se pusiera tan serio. Él siempre era el más relajado de la oficina.

— Ah... Me imagino que preguntas por el señor Madox, ¿verdad? — dije con el rostro arrugado por la preocupación. Mathew asintió, confirmando mis sospechas.

Antes de que pudiera explicarme, el grito de Cindy resonó por toda la oficina:

— ¡JULIETTE!

Salté de la silla como si me hubieran electrocutado. Había llegado la hora, y la guillotina estaba a punto de caer sobre mi cabeza.

Sentía mi estómago completamente revuelto, mientras que Mathew, en contraste, se recostó tranquilamente en su sillón, entrelazando las manos, como si estuviese por disfrutar de un espectáculo.

Me tragué las palabras y el miedo. Sabía que no tenía escapatoria.

— Cindy... Buenos días — alcancé a balbucear cuando se detuvo frente a mí.

Desearía...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora