Difícil

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Conrad:

Después de mi discusión, con Julia me quedé con un mal sabor de boca. Ella se levantó en medio de la cena, me miró con esos ojos que solían ser cálidos, pero que en ese momento reflejaban solo enojo, y se fue sin darme tiempo a decir nada.

Todo ocurrió tan rápido que me quedé paralizado. Habíamos estado juntos apenas un mes, pero ya me sentía increíble con ella. Julia era todo lo que siempre había querido en una mujer: alegre, divertida, optimista... Tenía una dulzura tan genuina que casi no parecía real.

Era, para mí, la personificación de la bondad en la Tierra. Y además, hermosa, claro. No estaba dispuesto a perder a alguien así, no después de haber encontrado a una mujer tan perfecta.

Pero no todo era tan ideal como parecía. El entorno de Julia me incomodaba, y eso empezaba a ser un problema para mí. Aaron, su amigo, siempre me resultaba insoportable, con ese aire burlón y su actitud que lo hacía parecer como si todo fuera un chiste. Luego estaba Kate, que tenía esa mirada penetrante, como si fuera una directora de colegio evaluando cada movimiento de los demás. Y, por supuesto, estaba Jason.

Ese tipo simplemente me descolocaba. Julia lo admiraba tanto que a veces me parecía que él podría decir cualquier tontería y ella lo vería como algo genial. No entendía qué veía en él. No soportaba la forma en que hablaba de Jason, la forma en que se ponía nostálgica cuando lo recordaba. Era como si estuviera compitiendo contra una sombra, un fantasma que siempre estaba presente aunque no estuviera allí.

El fin de semana estábamos en casa del padre de Julia, en Kansas, y ese hombre era otro obstáculo. Se notaba que era muy inteligente, y lo peor de todo es que era sumamente protector y desconfiado. Ganarse su confianza iba a ser una tarea titánica, lo sabía. Cada mirada suya hacia mí era un examen, como si estuviera buscando el más mínimo defecto.

Pero lo que realmente me agotaba era Jason. Ese sábado, durante el almuerzo en casa de sus padres, sentí que Julia y yo estábamos más conectados que nunca. Siempre estaba pendiente de mí, se aseguraba de que estuviera cómodo, me miraba con esa sonrisa que me hacía sentir invencible.

Pero, a pesar de eso, Jason seguía presente, de alguna manera. No importaba que estuviera a kilómetros de distancia; era como si siempre se las arreglara para estar allí. Había fotografías de él y Julia por toda la casa, desde que eran niños, y cada vez que las miraba, sentía un nudo en el estómago. Julia no podía evitar ponerse nostálgica al ver esas imágenes, y yo no podía soportarlo.

Para colmo, cada día alguien lo mencionaba. "El perfecto Jason...", ¿Perfecto en qué? ¿Qué había logrado ese tipo? Nada. No destacaba en absolutamente nada. Era solo un muchacho simple, sin ambición, sin nada llamativo en su vida. Al parecer, tampoco le interesaba sobresalir en algo. No lo entendía, y eso lo hacía más frustrante. ¿Qué veían en él que yo no veía?

Era agotador. Era como si no pudiera escapar de su sombra. Jason era mi karma, una presencia constante, incluso cuando estaba a kilómetros de distancia. Aunque no estuviera físicamente, siempre encontraba la manera de aparecer en nuestras vidas, ya fuera en una conversación, una mención casual o esas malditas fotos que parecían seguirme a todas partes.

Justo cuando más estaba odiando esas fotos y la reacción de Julia al verlas, Catherine Madox me llamó. Fue una bendición, porque me dio la excusa perfecta para salir un rato al jardín, respirar y tomar un poco de aire lejos de esa reunión multitudinaria. ¿Cómo les podía gustar tanto a esas familias juntarse así? No lo entendía

No podía permitir que Julia siguiera pensando en Jason de esa forma. No lo soportaba. Estaba enamorado de ella, eso lo sabía, y ella también lo estaba de mí. Pero Jason... Él era una espina que necesitaba arrancar. Quería a Julia solo para mí, y haría lo que fuera necesario para sacarlo de su cabeza.

Desearía...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora