La Bienvenida de los Ishkay

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La aldea de los Ishkay era un lugar tan antiguo como misterioso. La vida en Viracocha fluía con una calma inusual, pero todos sabían que esa paz era frágil, una fina capa que cubría la tensión que se respiraba en el aire. Los habitantes de la aldea, guardianes de este mundo, caminaban entre las chozas, observando de reojo a los recién llegados: José, Camila, Valeria y Diego.

—Siento que todos nos están mirando —susurró Diego, inquieto, mientras pasaban por el centro de la aldea.

—Es porque lo están haciendo —respondió Valeria, tratando de parecer tranquila, aunque también se sentía expuesta bajo las miradas curiosas y a veces preocupadas de los aldeanos.

Tupaq los condujo hasta una estructura más grande, ubicada en el centro de la aldea. Parecía una especie de salón comunal o un lugar de reunión importante. Dentro, los esperaba un pequeño grupo de Ishkay ancianos, todos sentados alrededor de un gran fuego que ardía en una especie de brasero de piedra tallada. Las llamas crepitaban suavemente, proyectando sombras en las paredes de piedra.

—Los Cuatro del Sol han llegado —anunció Tupaq solemnemente, inclinándose ante los ancianos—. Tal como fue profetizado.

Uno de los ancianos, una mujer con largas trenzas grises y un rostro arrugado por los años, se levantó con dificultad. A pesar de su avanzada edad, sus ojos brillaban con una energía y sabiduría que imponía respeto.

—Ustedes no son los primeros en llegar a este mundo desde el otro lado —dijo, su voz suave pero cargada de poder—. Pero esta vez, la profecía es clara. El tiempo de los Cuatro del Sol ha llegado, y su presencia aquí marca el inicio de la última batalla por el equilibrio.

—¿Qué significa eso exactamente? —preguntó José, dando un paso adelante—. Sabemos que estamos aquí para detener a Ukhu Pacha, pero no entendemos todo lo que implica.

La anciana asintió lentamente, como si hubiera esperado esa pregunta.

—Ukhu Pacha es la oscuridad encarnada, el caos y la destrucción que se han acumulado desde que el portal entre Viracocha y su mundo se cerró hace siglos. Su poder ha crecido a lo largo del tiempo, y ahora busca cruzar hacia el mundo humano, trayendo consigo la ruina de ambos mundos.

José tragó saliva. La responsabilidad que sentía sobre sus hombros crecía con cada palabra de la anciana.

—Y ustedes, los Cuatro del Sol —continuó—, son los elegidos para restaurar el equilibrio entre los elementos. Cada uno de ustedes está conectado a uno de los cuatro elementos fundamentales: agua, tierra, fuego y aire. Ese vínculo les otorga un poder único, pero también una gran responsabilidad. Sin embargo, todavía no están listos. Tendrán que aprender a dominar esos elementos si quieren tener alguna esperanza de enfrentar a Ukhu Pacha.

Camila, quien había estado observando las llamas del brasero, levantó la vista.

—¿Cómo podemos hacer eso? Apenas hemos comenzado a entender lo que podemos hacer.

Tupaq intervino en ese momento.

—El poder de los elementos no se controla con fuerza, sino con entendimiento. Cada uno de ustedes debe conectarse profundamente con su elemento. Solo así podrán usarlo en armonía con los otros y restaurar el equilibrio en Viracocha.

La anciana asintió.

—Primero deben viajar a los lugares sagrados de los elementos. Allí, los guardianes de cada elemento los guiarán y pondrán a prueba. Si logran pasar las pruebas, sus poderes se amplificarán y podrán unir las Cuatro Reliquias del Sol. Estas reliquias son la clave para sellar definitivamente a Ukhu Pacha.

Diego frunció el ceño.

—¿Reliquias? No nos habías mencionado nada de eso antes, Tupaq.

—Porque solo ahora están listos para conocer el siguiente paso —respondió Tupaq—. Las reliquias son fragmentos del antiguo poder que los Antiguos usaron para mantener el portal abierto. Ahora, esas reliquias son las únicas herramientas capaces de mantener a Ukhu Pacha en su prisión. Pero recuperarlas no será fácil. Los lugares sagrados están protegidos por criaturas ancestrales que probarán su valía.

—¿Qué tipo de pruebas? —preguntó Valeria, con un tono de cautela.

La anciana sonrió, pero no con alegría, sino con un conocimiento que llevaba siglos en sus ojos.

—Pruebas que desafiarán no solo sus habilidades con los elementos, sino también sus corazones. El poder sin control es peligroso, y muchos han caído antes al no poder dominar sus propios miedos y deseos.

—No tenemos otra opción, ¿verdad? —preguntó José, ya con la determinación de que, sin importar qué, harían lo necesario.

—No, no la tienen —respondió la anciana—. Si Ukhu Pacha consigue salir de su prisión, no habrá lugar seguro ni en Viracocha ni en su mundo.

El grupo se quedó en silencio por un momento, procesando la gravedad de lo que se les pedía. Cada uno de ellos sentía la responsabilidad creciente, pero también el miedo. Sin embargo, había una certeza innegable: no había vuelta atrás.

Finalmente, José rompió el silencio.

—¿Dónde comenzamos?

Tupaq sonrió ligeramente, sabiendo que el camino hacia la salvación acababa de empezar.

—El primer lugar al que deben ir es el Templo del Agua, donde el Guardián del Agua reside. José, como el vinculado a este elemento, será el primero en enfrentar la prueba. Una vez que recuperemos la primera reliquia, nos dirigiremos a los otros templos.

—¿Solo él enfrentará la prueba? —preguntó Camila, con una nota de preocupación en su voz.

—No —respondió Tupaq—. Aunque cada uno de ustedes tiene una conexión particular con un elemento, la armonía entre los Cuatro del Sol es lo que les permitirá superar las pruebas. Deben trabajar juntos para triunfar.

Valeria dio un paso adelante.

—Entonces, estamos listos. Díganos dónde está ese templo, y partiremos de inmediato.

La anciana levantó una mano, deteniéndolos.

—No tan rápido. Primero deben descansar y prepararse. Lo que viene no será fácil, y necesitarán todas sus fuerzas. Al amanecer, comenzarán su viaje hacia el Templo del Agua.

Con esa última instrucción, Tupaq los guió fuera de la gran choza. Mientras caminaban hacia el lugar donde pasarían la noche, los cuatro adolescentes no podían evitar sentir una mezcla de anticipación y temor. Sabían que lo que venía no sería fácil, pero también comprendían que no podían fallar. El destino de Viracocha y del mundo humano dependía de ellos.

Horas más tarde

José se recostó sobre su cama improvisada, mirando hacia el techo de la pequeña cabaña donde pasarían la noche. A su lado, Camila dormía profundamente, agotada por todo lo que habían vivido ese día. Diego y Valeria estaban en la otra habitación, también descansando.

Pero José no podía dormir. Su mente giraba en torno a lo que habían aprendido, a la magnitud de lo que estaba en juego. No solo tenían que enfrentar criaturas ancestrales y recuperar reliquias místicas, sino que también debían enfrentarse a sí mismos, a sus miedos y dudas. José se sentía responsable por el grupo, como si fuera su deber proteger a sus amigos y a su hermana. Pero la verdad era que no sabía si estaba preparado.

—El Templo del Agua... —murmuró para sí mismo, cerrando los ojos y recordando la conexión que había sentido antes, cuando Tupaq le mostró el poder del agua. Sabía que, de alguna manera, este elemento formaba parte de él. Lo había sentido. Pero usar ese poder para salvar dos mundos era algo muy diferente.

Mientras el sonido suave del viento movía las ramas de los árboles afuera, José decidió que, pasara lo que pasara, haría todo lo posible para cumplir su misión. Sabía que no podían fallar.

Y aunque el miedo seguía presente, también sentía una chispa de esperanza.

Mañana sería el comienzo de su verdadero viaje. Un viaje hacia el Templo del Agua y, más allá, hacia la salvación de Viracocha.

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