El Retorno de las Sombras

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A la mañana siguiente, José, Camila, Valeria y Diego se reunieron en el parque, como habían acordado la noche anterior. Las palabras de José sobre el llamado que había sentido llenaban el aire de incertidumbre y tensión. Aunque no sabían exactamente qué estaba ocurriendo, sabían que algo grande se avecinaba. La conexión que todos habían sentido con Viracocha desde su regreso al mundo humano parecía volverse más intensa con cada día que pasaba.

—¿Estás seguro de lo que sentiste? —preguntó Valeria, su tono serio, mientras observaba a José con atención.

—Lo sé con certeza —respondió José, sin dudar—. Estaba junto al río, y algo... o alguien... me habló a través del agua. Sentí la presencia de Tupaq, como si intentara decirme algo. No estoy seguro de qué es exactamente, pero sé que tiene que ver con el equilibrio. Algo en Viracocha está cambiando, y no para bien.

Camila se cruzó de brazos, frunciendo el ceño mientras procesaba la información.

—Pero creímos que con Ukhu Pacha sellado, todo volvería a la normalidad. ¿Por qué estaría el equilibrio en peligro otra vez? ¿Podría Ukhu Pacha estar intentando liberarse tan pronto?

Diego, que había estado pensativo hasta ese momento, intervino:

—No lo sé, pero siento que este es solo el comienzo. Ukhu Pacha no era la única amenaza para el equilibrio. Hay muchas fuerzas que están en juego en ambos mundos. Quizá sellamos al Oscuro, pero no sellamos el caos en sí.

Valeria asintió, reflexionando sobre las palabras de Diego.

—Tiene sentido. El caos siempre ha existido, en Viracocha y en nuestro mundo. Incluso sin Ukhu Pacha, el desequilibrio puede tomar muchas formas. Y si estamos sintiendo el llamado, entonces algo debe estar afectando a Viracocha.

—Pero, ¿cómo podemos ayudar si no podemos regresar? —preguntó Camila, mirando a José—. No sabemos cómo abrir el portal.

José miró a sus amigos, sintiendo la misma frustración. Habían cumplido su misión como guardianes y restaurado el equilibrio temporalmente, pero ahora sentían que su papel no había terminado. Sabían que debían hacer algo, pero no tenían idea de cómo.

—No lo sé —admitió José, su voz cargada de preocupación—. Pero tenemos que descubrirlo. Si Viracocha está en peligro, no podemos quedarnos de brazos cruzados.

Un momento de silencio cayó sobre el grupo, cada uno sumido en sus pensamientos. Sentían la urgencia de actuar, pero sin un camino claro, estaban atrapados entre la acción y la espera. Fue entonces cuando Camila rompió el silencio, con una mirada decidida en sus ojos.

—No necesitamos el portal para proteger el equilibrio. Como dijo Diego, el caos también está en nuestro mundo. Si podemos sentir que algo está cambiando en Viracocha, eso significa que el desequilibrio también debe estar afectando aquí. Y nosotros aún tenemos nuestros lazos con los elementos.

José, comprendiendo lo que Camila estaba diciendo, asintió lentamente.

—Tienes razón. No podemos regresar a Viracocha, pero eso no significa que no podamos hacer algo desde aquí. Los elementos están presentes en ambos mundos. Si hay desequilibrio aquí, podremos sentirlo.

—Y tal vez esa sea la clave —añadió Valeria—. Si podemos identificar dónde está el desequilibrio en nuestro mundo, quizá podamos restaurar el equilibrio y ayudar a Viracocha indirectamente.

Diego se levantó de un salto, entusiasmado.

—¿Entonces la misión no ha terminado? Podemos seguir protegiendo el equilibrio desde aquí, sin necesidad de cruzar el portal. ¡Eso tiene sentido!

El grupo intercambió miradas, sintiendo una chispa de esperanza. Aunque no podían regresar a Viracocha, sabían que su conexión con los elementos aún los unía a ese mundo. Y si el caos estaba afectando a su propio mundo, entonces tenían una nueva misión: restaurar el equilibrio aquí, antes de que fuera demasiado tarde.

—De acuerdo —dijo José, poniéndose de pie—. Si vamos a hacer esto, necesitamos empezar ya. ¿Ideas sobre cómo encontrar el desequilibrio?

Camila frunció el ceño, pensando detenidamente.

—Podríamos empezar por los lugares naturales que nos rodean. El Amazonas es un ecosistema delicado, y si algo está afectando el equilibrio, tal vez podamos sentirlo allí. Y con nuestros lazos con los elementos, deberíamos poder detectar cualquier anomalía.

Valeria asintió.

—También hay formas más sutiles de desequilibrio. Las corrientes de los ríos, los patrones de viento, el comportamiento de la fauna... si algo está fuera de lo normal, lo notaremos.

—Entonces es eso lo que haremos —dijo José con determinación—. Volveremos a la selva. Si algo está desequilibrado, lo encontraremos.

De Regreso a la Selva

Unos días más tarde, el grupo volvió al Amazonas. Esta vez, sin la compañía de su tío Carlos, sabían que su misión era mucho más importante. El corazón de la selva amazónica los recibió con los brazos abiertos, como si la misma naturaleza recordara su papel como guardianes.

La selva, con su infinita vida y energía, parecía vibrar bajo sus pies. Mientras caminaban entre los árboles gigantes y cruzaban ríos caudalosos, cada uno de ellos sintió la profunda conexión con los elementos que habían despertado en Viracocha. Aunque no estaban físicamente en ese mundo paralelo, sentían su presencia a través de los elementos que compartían.

—¿Lo sienten? —preguntó Diego, deteniéndose junto a un río que corría tranquilamente. A pesar de la calma superficial del agua, él sabía que algo estaba mal.

José asintió, observando el flujo del río.

—Es como si... algo estuviera fuera de lugar. El agua parece tranquila, pero no fluye como debería.

—No es solo el agua —añadió Camila, cerrando los ojos y sintiendo el calor del sol sobre su piel—. El aire se siente pesado, cargado. Como si algo estuviera reteniendo su libertad.

Valeria, más conectada con la tierra, se arrodilló y tocó el suelo, cerrando los ojos para concentrarse. Después de unos segundos, abrió los ojos de golpe.

—Hay algo extraño en el suelo. La tierra no se siente estable, como si hubiera una tensión debajo de la superficie. Es como si la selva estuviera conteniendo el aliento.

El grupo intercambió miradas preocupadas. Sabían que estaban en lo cierto: algo estaba afectando el equilibrio de la naturaleza, tanto en su mundo como en Viracocha.

—¿Qué hacemos? —preguntó Diego, con el corazón acelerado—. Si no podemos regresar a Viracocha y no sabemos exactamente qué está causando esto, ¿cómo lo detenemos?

—Lo que sabemos es que los elementos siempre nos han guiado —respondió José, con una mezcla de certeza y miedo—. Si seguimos nuestra conexión con ellos, nos mostrarán el camino.

—¿Cómo, exactamente? —preguntó Valeria—. No tenemos reliquias esta vez. Solo somos nosotros.

—No lo sé —admitió José—. Pero lo que sí sé es que los elementos nos han ayudado antes, y estoy seguro de que lo harán ahora.

Con la incertidumbre aún en el aire, el grupo continuó su recorrido por la selva, dejando que sus instintos y su conexión con los elementos los guiaran. Sabían que, aunque no tuvieran todas las respuestas, su lazo con la naturaleza era su mayor fortaleza.

Sabían que estaban en una carrera contra el tiempo, pero lo que aún no sabían era que las sombras de Ukhu Pacha, aunque selladas, aún se movían en las grietas del equilibrio, buscando una manera de corromper ambos mundos una vez más.

Y ellos, los Cuatro del Sol, eran la única esperanza de detenerlo.

Los Guardianes del AmazonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora