𝖇𝖑𝖊𝖊𝖉𝖎𝖓𝖌 𝖍𝖊𝖆𝖗𝖙𝖘 (𝙰𝚕𝚊𝚜𝚝𝚘𝚛 𝚡 𝙻𝚎𝚌𝚝𝚘𝚛𝚊) [1]

𝔈𝔵𝔱𝔯𝔞 𝙸𝙸𝙸

Dedicado a Ross_m1

La noche en el club de Mimzy había sido distinta a cualquier otra que Alastor hubiera experimentado.

Había conocido a muchas mujeres, pero ninguna lo había descolocado de la manera en que Madeleine lo hizo.

Desde que la vio por primera vez, algo en ella lo había atraído, pero Alastor no lo reconoció como atracción en un principio.

Para él, ella no era más que la prometida de Charles, alguien que representaba una parte del mundo al que él despreciaba: un mundo de apariencias, engaños y falsas sonrisas.

Sin embargo, esa noche en el club, las cosas cambiaron.

Bailar con ella, sentir su cercanía, fue más que un simple movimiento sobre la pista.

Alastor se dio cuenta de lo mucho que la había juzgado por su relación con Charles y por su aspecto delicado.

Mientras sus cuerpos se movían al ritmo de la música, las barreras que él había construido empezaron a desmoronarse.

Madeleine lo miraba de una manera que lo desarmaba, y sus ojos, llenos de curiosidad y calidez, encendían algo en él que había permanecido dormido durante mucho tiempo.

No podía explicarlo, pero esa mujer, con sus gestos suaves y su risa ligera, lo estaba haciendo sentir vulnerable.

La vulnerabilidad era algo que Alastor no podía permitirse.

Su vida estaba marcada por la frialdad y la lógica, y Madeleine, con su encanto inesperado, era una amenaza para eso.

No podía permitir que alguien así se acercara tanto. Ya había decidido lo que debía hacer desde el momento en que aceptó llevarla a casa esa noche.

En el fondo de su mente, el plan estaba claro: deshacerse de ella antes de que pudiera infiltrarse más en su vida, antes de que sus sentimientos se volvieran una distracción peligrosa.

Mientras caminaban por las calles desiertas, Madeleine lo miraba con una sonrisa en los labios, ajena a lo que Alastor había estado planeando.

La conversación entre ambos fluía con naturalidad, pero él solo escuchaba fragmentos.

Sus pensamientos estaban ocupados en otra cosa.

El callejón solitario que estaba a unos metros de distancia parecía el lugar perfecto.

Nadie los vería, y sería rápido.

Había acabado con personas antes sin pensarlo dos veces; esto no debería ser diferente.

Pero justo cuando su mente estaba lista para actuar, ella le sonrió.

Fue una sonrisa diferente, una que parecía iluminar la noche.

Bajo la luz plateada de la luna, su sonrisa se volvió más hermosa de lo que él hubiera imaginado.

Y luego, lo miró, no con miedo, sino con una especie de admiración genuina.

En ese momento, algo se rompió dentro de Alastor.

Un latido, uno que creía inexistente, resonó en su pecho.

¿Cómo podía hacerle daño a alguien que lo miraba de esa manera?

Por primera vez en mucho tiempo, Alastor sintió que había perdido el control.

Lo que debía haber sido un acto simple, una decisión fría, se convirtió en algo imposible.

No podía hacerlo.