La noche anterior a la batalla tenía esa sensación pesada, como si cada paso que daba en el castillo me acercara más a algo inevitable.
Los sirvientes estaban tensos, las armas resonaban en los pasillos, y el humo de las antorchas parecía colgar en el aire más tiempo del que debería.
A lo lejos, lo vi a él: Ivar, sentado junto al fuego, afilando su espada.
Su mirada fija en la hoja, en esos movimientos repetidos, pero sabía que su mente estaba en otra parte.
Me acerqué lentamente, con cuidado de no interrumpirlo, pero al parecer ya me había visto.
Sin dejar de afilar, habló en voz baja.
-¿Vienes a desearme suerte o a observar cómo me preparo para morir? -dijo sin levantar la vista.
-¿Siempre asumes que morirás? -respondí, tratando de mantener el tono ligero, aunque su actitud siempre hacía que fuera difícil.
-Es una posibilidad constante. -Dejó de afilar y levantó la vista hacia mí, sus ojos azules como el hielo-. Pero no es miedo lo que siento. Solo una aceptación de lo que podría venir.
Me quedé en silencio, observando cómo volvía a su espada.
Era una mezcla extraña entre tranquilidad y furia contenida.
Finalmente, hablé:
-Siempre te preparas así antes de una batalla, ¿no?
Asintió sin mirarme.
-Sí. Es un ritual. La espada... la sangre... los números en mi mente. Todo debe encajar.
-¿Números? -pregunté, intrigada.
Finalmente, levantó la vista y me sonrió levemente, esa sonrisa que rara vez mostraba.
-Siempre hay números. Los movimientos, los golpes, todo es una cuestión de cálculo. Lo que la gente llama instinto, yo lo veo como matemática aplicada al caos.
Asentí, intentando comprender la complejidad de su mente, pero antes de que pudiera continuar, uno de sus hombres lo llamó.
Ivar se levantó, guardó la espada en su funda y me dirigió una última mirada antes de marcharse.
Horas después, Ragnar apareció en el castillo.
Lo reconocí de inmediato por su porte imponente, su caminar seguro y el respeto que todos parecían tenerle.
No era tan diferente a Ivar en apariencia, pero había en él una calma que Ivar aún no había alcanzado, una madurez que hablaba de años y de experiencias mucho más profundas.
Me dirigí a la biblioteca, un lugar donde podía alejarme del bullicio de la preparación para la batalla, y fue ahí donde nos encontramos.
-Xacnia -me saludó con una voz grave y serena-. Pensé que te encontraría aquí.
Sonreí ligeramente.
-Este es el único lugar donde no se habla de espadas ni de guerra.
Ragnar asintió, acercándose a uno de los estantes.
-Aquí es donde vive el verdadero poder, en los libros, en las historias. Las batallas... son efímeras.
Me sorprendió su comentario.
-¿Crees que las historias tienen más peso que las espadas?
-Las espadas cortan carne, pero las historias cortan el alma. -Tomó un libro y lo hojeó con cuidado-. Por eso siempre he creído en el poder de las palabras. Aún en las leyendas vikingas más antiguas, los números y las historias tienen un papel vital. ¿Has escuchado alguna de ellas?
ESTÁS LEYENDO
El Mismo Temperamento +18
ФэнтезиXacnia siempre penso que nadie la entenderia por su mente macabra,nunca penso que encontraria a alguien con el mismo temperamento de locura hasta tal punto de asesinar