El aire entre nosotros era denso, cargado de algo que no tenía nombre.
La confesión de Ivar aún rondaba en mi mente, pero no sabía cómo responder a ese tipo de vulnerabilidad.
Su mirada era intensa, fija en la cascada que rugía frente a nosotros.
Sabía que él esperaba algo de mí, pero no sabía qué exactamente.
La brisa fría me rozaba la piel, y el murmullo del agua parecía marcar el ritmo de nuestros pensamientos.
—Supongo que ya somos amigos —dijo Ivar, rompiendo el silencio de una manera inesperada.
Reí, y el sonido de mi propia risa me sorprendió.
Se sintió refrescante, como si el peso de la tensión entre nosotros se hubiese disipado por un instante.
—Mejor dicho, ¡mejores amigos! —respondí, sin poder contener una sonrisa.
Él alzó una ceja, como si no esperara esa respuesta.
Pero en sus ojos había un brillo, algo que parecía esconder bajo esa fachada enigmática que tanto me confundía.
Su leve sonrisa lo suavizaba.
—Bueno, eso suena más adecuado —dijo con un tono ligero, una pizca de humor iluminando su rostro.
Nos quedamos en silencio, observando la cascada, pero no era un silencio incómodo.
Había algo reconfortante en compartir ese momento sin palabras, pero al mismo tiempo, podía sentir que ambos queríamos decir más, compartir más.
—¿Tienes alguna leyenda vikinga favorita? —preguntó de repente, su tono más curioso.
Lo pensé por un momento.
Las leyendas habían sido parte de mi infancia, historias contadas por mi padre en las noches más frías.
Pero una en particular siempre había resonado conmigo.
—Sí, me gustan las historias sobre los números —respondí—. Como la leyenda de las tres runas sagradas que podían prever el destino de cualquiera que las descifrara.
Ivar asintió, aunque parecía algo distante.
—Interesante —murmuró—. ¿Te gustan los números?
—Me encantan. Los números me hacen sentir que el caos puede ser organizado, como si hubiera un orden secreto detrás de todo.
—Yo los odio —confesó él, sin rodeos—. Prefiero mantener mi mente en blanco cuando estoy en la naturaleza, cuando estoy... aquí.
Esa respuesta no me sorprendió.
Era evidente que Ivar era una criatura que encontraba consuelo en el caos de la naturaleza, en el descontrol de la vida misma.
—Eso suena... muy tú. Pero eres hábil en las batallas, ¿no? —pregunté, tratando de entenderlo más.
Él sonrió de lado, una sonrisa que parecía conocer algo que yo no.
—Me gusta la adrenalina. No es que quiera pelear todo el tiempo, pero... la emoción de no saber si saldrás vivo o no es... única.
Hice una pausa, mirándolo más de cerca.
Sentía que había tanto detrás de sus palabras, más de lo que él dejaba ver.
—¿Y qué es lo que nadie sabe de ti? Además de ese secreto que compartimos hace poco.
Su mirada cambió. No era la pregunta que esperaba.
—Amo pintar —dije en un susurro—. Pero no en paredes o tablones.
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El Mismo Temperamento +18
FantasyXacnia siempre penso que nadie la entenderia por su mente macabra,nunca penso que encontraria a alguien con el mismo temperamento de locura hasta tal punto de asesinar