Cap 25 : Secuestro 2#

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Ivar

un año antes

El calor del mediodía era implacable, el sol alto en el cielo parecía escupir fuego sobre las calles polvorientas del pueblo.

A mi lado, Freydis caminaba con una calma que me resultaba reconfortante, un bálsamo en medio de la desolación que me rodeaba.

Cada paso que dábamos en las angostas callejuelas estaba impregnado de mi frustración.

Había pasado demasiado tiempo sin ver a Xacnia, y mi mente no dejaba de imaginar su rostro.

¿Cómo podía ser tan difícil encontrarla?

El aroma del pan recién horneado y las especias flotaban en el aire, pero mi estómago no se inmutaba.

Había un vacío que no podía llenarse con nada más que su presencia.

Cada casa que preguntábamos parecía responder con un silencio pesado, como si la tierra misma estuviera en complicidad con mi desasosiego.

La impaciencia burbujeaba en Freydis, que de vez en cuando me lanzaba miradas de preocupación.

Finalmente, decidimos refugiarse en el carruaje, buscando alivio del ardiente sol.

El aire dentro era pesado y cálido, casi como un abrazo incómodo.

Cerré los ojos un momento, exhalando con fuerza, tratando de alejar la sensación de pérdida que comenzaba a invadirme.

—¿Alguna vez fuiste a una fiesta de verdad? —preguntó Freydis de repente, rompiendo el silencio que nos envolvía.

Su pregunta me sorprendió.

Abrí los ojos y la miré, sus ojos brillantes de curiosidad.

—He estado en celebraciones, pero siempre he estado demasiado ocupado con las peleas y las responsabilidades para disfrutarlas —respondí, la voz llena de una tristeza que no podía ocultar.

Freydis sonrió, y vi una chispa de complicidad iluminar su rostro.

—Las fiestas son momentos únicos. La música, la danza, la alegría… son instantes en los que podemos sentirnos vivos. Recuerdo una celebración en la que todos danzábamos hasta el amanecer, el sonido de las risas y los instrumentos resonando en el aire.

Una imagen de un festín me atrajo, pero pronto me di cuenta de que había pasado tanto tiempo desde que había podido disfrutar de algo así.

—Es cierto. Pero nunca he disfrutado de una como lo haría ahora, sobre todo si Xacnia estuviera allí. Ella tiene una forma de iluminar cualquier lugar al que va.

Freydis me observó, y en su mirada había una mezcla de curiosidad y comprensión.

—¿Y qué tiene ella que te hace sentir así? No puedo recordar que hables de alguien con tanto fervor.

Sentí un estremecimiento de vulnerabilidad al compartir mis sentimientos, pero la sinceridad brotó de mí.

—Se ha convertido en alguien muy importante para mí. No sé por qué me gusta tanto, pero sé que estoy loco por ella. Es como si su presencia llenara un vacío en mi vida que nunca supe que existía.

—Ese sentimiento lo he vivido —respondió Freydis, su voz un susurro que competía con el ruido del carruaje—. Me separé de alguien por temas familiares, pero la chispa, el sentimiento… nunca se fueron. Perduraron, incluso a través de la distancia y el tiempo.

—¿Por qué quieres estar conmigo, entonces? —le pregunté, intrigado por su confesión. No esperaba que Freydis compartiera algo tan personal, y su vulnerabilidad me hizo cuestionar el significado de nuestra relación.

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