Cap 28 : En el barco

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La brisa marina soplaba con fuerza mientras Ivar subía a bordo del barco, sintiendo cómo la emoción burbujeaba dentro de él.

Había pasado mucho tiempo desde que estuvo en el mar, y las olas lo llamaban como un canto ancestral.

La cubierta del barco estaba llena de hombres y mujeres vikingos, riendo y hablando, preparándose para zarpar.

Entre ellos, su amiga Freydis, una mujer de espíritu indomable, destacaba por su cabello dorado que brillaba bajo el sol.

—¡Ivar! —exclamó Freydis, acercándose a él con una sonrisa—. ¿Listo para la aventura?

—Siempre estoy listo —respondió Ivar, sintiéndose más confiado de lo que sus palabras podrían transmitir. Se acercaron al borde del barco y miraron hacia el horizonte—. Me gusta este barco. Siento que podría volar si lo quisiera.

Freydis rió, su risa resonando en el aire como una melodía—. No te hagas el poeta ahora. Sabes que no volarás, pero al menos podrías intentar no caer al agua.

Ivar sonrió, disfrutando de la ligereza del momento. Aunque había visto mucho en la vida, la amistad de Freydis siempre le brindaba una calma que rara vez encontraba. La observó, notando el brillo en sus ojos y cómo la brisa jugaba con su cabello.

—¿Sabes? —comenzó Ivar, cruzando los brazos—. Me alegra que estés aquí. A veces, siento que este mundo es demasiado grande y solitario.

Freydis lo miró, asintiendo con seriedad. —Yo también me siento así a veces. Cuando era más joven, me sentía sola y tonta. No sabía quién era ni a dónde pertenecía. Pero hubo alguien que hizo esfumar esos sentimientos... Mi primer amor. Él me salvó, Ivar.

Ivar se volvió hacia ella, su curiosidad despertada. —¿Qué quieres decir con que te salvó?

—Era un guerrero, fuerte y valiente. Siempre tenía una palabra amable y una sonrisa. Me hizo ver que había algo más en mí, que no tenía que ser solo una sombra. Me enseñó a pelear, a ser valiente. Pero había un problema... —suspiró, su expresión oscureciéndose—. Tuve problemas con alguien muy cercano a él, un amigo de la infancia. Hubo una disputa, y él no quería que le hicieran daño por mi culpa. Decidió alejarse, creyendo que era lo mejor.

Ivar sintió una punzada de empatía. —Eso debe haber dolido mucho.

—Lo fue —admitió Freydis, su voz temblando ligeramente—. La última vez que hablamos, él me dijo que no podía permitirme estar cerca de él si eso significaba que corría peligro. Esa fue la última vez que lo vi. Se marchó, dejando un vacío en mi vida. Pero su recuerdo me impulsó a seguir adelante. Me hizo más fuerte, y aprendí que no necesito a nadie para definirme. Sin embargo, siempre habrá un rincón en mi corazón para él.

Ivar lo entendió profundamente; él también había experimentado la pérdida y el sacrificio. —A veces, los sacrificios son parte del amor —reflexionó—. Puede que nunca dejemos de sentir lo que hemos perdido, pero siempre podemos aprender a vivir por ellos, en lugar de dejar que la tristeza nos consuma.

Freydis lo miró con atención, sus ojos destilando gratitud. —Tienes razón, Ivar. La fuerza que llevamos dentro a menudo proviene de nuestras experiencias y de las personas que nos han tocado de alguna manera. No debemos permitir que esos recuerdos nos consuman, sino que debemos vivir por ellos y honrar su legado.

Ivar sintió que su corazón se apretaba ante la sabiduría de sus palabras.

Era fácil perderse en el dolor, pero también había poder en el amor y en la superación.

Se preguntó si Freydis alguna vez había tenido la oportunidad de superar realmente esa experiencia.

—¿Nunca pensaste en buscarlo? —preguntó, intrigado.

El Mismo Temperamento +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora