Cap 31 : Cortar los hilos

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Adrián me sostenía firmemente mientras dábamos pequeños pasos.

Sentía las piernas adormecidas, como si no fueran completamente mías.

Cada vez que intentaba poner más peso sobre ellas, una oleada de hormigueo subía por mis muslos, amenazando con hacerme perder el equilibrio.

Pero Adrián estaba ahí, siempre atento, como si supiera lo frágil que me sentía en ese momento.

Su presencia era un ancla en medio de mi incertidumbre, y su apoyo silencioso me daba una extraña sensación de seguridad.

El sol se filtraba entre las hojas de los árboles, proyectando sombras suaves en el suelo mientras avanzábamos por el sendero que llevaba a su cabaña.

Me sorprendió cuando, al llegar, vi que la pequeña estructura era mucho más de lo que esperaba.

En el interior, una pared entera estaba cubierta de estanterías repletas de libros.

Me detuve al verlo, parpadeando, confundida por un momento.

-¿Es tu cabaña? -pregunté, aún incrédula.

Adrián asintió con una sonrisa discreta, pero en sus ojos pude ver el orgullo silencioso que sentía por aquel lugar.

Soltó mi brazo con cuidado, permitiéndome mantenerme en pie por mi cuenta mientras mis ojos recorrían los lomos de los libros.

Algunos estaban gastados, otros se veían relativamente nuevos, pero todos compartían el mismo aire de haber sido leídos una y otra vez.

-¿Qué libros lees? -le pregunté, más por curiosidad que por esperar una respuesta concreta.

No sabía mucho de Adrián, y quizás por eso quería saber más.

Sentía que había más en él de lo que los demás veían.

Él empezó a hacer señas con sus manos, y aunque aún me costaba seguir el ritmo, entendí lo suficiente.

Le gustaba crear sus propias historias, a menudo irracionales y caóticas, como si fueran un reflejo de los fragmentos dispersos de su mente.

Sin embargo, lo que más le gustaba leer eran historias de terror.

Eso me sorprendió.

¿Adrián, un amante del terror?

No lo habría imaginado.

-¿Historias de terror? -dije con una sonrisa, más para mí que para él.

Pero él asintió con un entusiasmo que iluminaba su rostro.

Pude imaginarlo sentado en la cabaña, devorando esas historias, escapando a mundos oscuros llenos de criaturas y pesadillas.

Mientras pasaba mi mano por los libros, una pregunta que llevaba un tiempo en mi mente se deslizó fuera antes de poder detenerme.

-¿Por qué nunca te quitaste las costuras de la boca? -pregunté en voz baja, sabiendo que la respuesta podría no ser fácil.

Adrián se detuvo.

Pude ver cómo su expresión cambiaba.

Sus manos, que habían estado tranquilas, comenzaron a moverse de nuevo, formando palabras en el aire.

"Siempre estaba con mi hermano", empezó.

Luego, una pausa, antes de que continuara, su rostro endurecido. "Me dijo que no me las quitara, para que viera el monstruo que eres".

El Mismo Temperamento +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora