🥀| 14 Primer día de clases |🥀

2 2 0
                                    

Maya

Mi primer día de clases y yo iba con toda la actitud, a pesar de que estaba algo desvelada por culpa de un necio que no quiso ir al hospital y sentía todo mi cuerpo adolorido y cansado por el torneo.

Pero estaba…feliz, un poco confundida, pero feliz por haber podido hablar con Yekun, haber aclarado las cosas y por el hecho de que no se había arrepentido de lo que habíamos hecho. Sabía que no debía confiar en él ciegamente, era Yekun, pero él había dicho que todo lo que quería hacer era para ganarse mi confianza y mí corazón y esa idea me agradaba.

También me agradaba besarlo, tocarlo, dormir con él y…

*Si, si, si, ya entendimos*

El punto es, que me agradaba la idea de que me tratara bonito para conquistarme antes de intentar algo más que no solo fuera algo carnal; aunque tampoco me quejaba de eso porque esa parte ya estaba resuelta.

Cuando nos despertamos a las cuatro y media de la mañana y antes de que se fuera a su habitación, le ayudé a curar sus heridas; le puse gasas en las heridas abiertas para que no se lastimara con la ropa, le acomode la venda y le puse más pomada en sus moretones.

La herida de su mejilla era las más fea y lo peor de todo es que él no se veía feo, se veía como esos chicos guapos, tatuados y misterios de los libros y las películas. Me había dolido el pecho cuando lloro en el baño abrazado a mí, yo también había derramado algunas lágrimas al verlo así y sentir su cuerpo temblando entre mis brazos, no me gustaba verlo golpeado, pero gracias al agua no se había dado cuenta.

Era Yekun, nunca se derrumbaba y eso era lo que más me dolía, que alguien había logrado llegar a su punto de quiebre.

Sabía que me estaba ocultando algo y me frustraba no saber qué era para poder ayudarlo. Conocía esos lugares en donde peleaban y a la gente tan nefasta que estaba al mando, también había curado las heridas de mi hermano y mis amigos cuando llegaban todos golpeados después de una pelea o después de haber perdido, pero nadie había llegado como Yekun anoche. Pero tampoco iba a insistirle a que me contara, no quería que levantará sus muros conmigo.

Lo sorprendente era que yo no tenía sueño, sólo sentía el cuerpo adolorido.

Esa mañana era la primera que no me bañaba y solo porque me bañe la noche anterior y seguía con mi cabello húmedo, así que solo me peine con dos pequeñas trenzas sobre mi cabeza y lo demás de mi cabello suelto, me lave la cara, me puse crema, perfume, desodorante, mis pulseras y collares, me maquille un poco las ojeras, me enchine las pestañas, me hice un delineado negro sencillo, me puse pocos brillos en el lagrimal, me puse una minifalda cargo color crema, unos tenis blancos y la sudadera de Yekun (porque hacía frío); cuando estuve satisfecha con el resultado salí de mi habitación.

Cuándo acabará de desayunar regresaría a lavarme los dientes y por mi mochila.

Camine por el pasillo escuchando todo el escándalo de los demás en la planta baja.

-¡Hijo de perra, ese era mi pan!

-¡Era, del verbo pasado!

-Dame una galleta…¡No mames casi te atragantas por puto envidioso!

-¡Era la última y era mía!- quién dijo eso empezó a toser.

-¡Pásame el jugó!

-¡Párate huevón!

-¡No se te vaya a caer la mano!

-Me es indispensable en mis momentos de soledad.

-¡Que asco perra!

Querer © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora