Maya
Alguna vez leí por ahí, que la calle y la soledad se vuelven un paraíso cuando en la casa hay problemas. O qué muchas veces, si no es que en la mayoría de las ocasiones, buscamos en las letras de las canciones aquel sentimiento con el que nos sentimos identificados, aquellas personas que no queremos olvidar o aquellas palabras de consuelo que no cualquier persona nos puede brindar.
Y no lo entendía.
Al menos, no le entendía hasta que una noche mi hermano entró a mi habitación y se quedó conmigo escuchando música y haciéndome reír hasta que me quedé dormida entre sus brazos, protegiéndome para que no escuchara los gritos de mis papás.
O aquellas tantas veces que mi hermano y yo íbamos por un helado o al parque o a cualquier otro lado, pero siempre huyendo de los gritos y a veces de los golpes.
Así qué sí. La calle, la música y ver series o caricaturas en las madrugadas debajo de una cobija, se convirtió en nuestro refugio.
No recuerdo bien cuando todo se fue en declive. Un día estábamos los cuatro sentados en la mesa riendo de los chistes de mi papá y al otro estaba escondida debajo de la colcha con mi hermano abrazándome.
Bueno, en realidad sí lo recordaba.
Tenía cinco años.
Recuerdo que me había despertado por el estruendo de algo estrellándose y rompiendo contra una de las paredes.
Estaba sentada en mi cama, apretando la sábanas en un puño contra mi pecho, mi respiración estaba acelerada, sentí el retumbar de mi corazón chocar contra mi pecho y un temblor recorriendo todo mi cuerpo. Así me encontró mi hermano cuando entró a mi habitación.
Freddy tenía siete años. Entró a la habitación y cerró la puerta con seguro antes de girarse y mirarme con una sonrisa.
Yo lo vi confundida.
-¿Qué pasa?
-Nada- se encogió de hombros, se quitó sus pantuflas y se subió a la cama -. No podía dormir y quise venir contigo- gateo hasta que se metió junto a mi en las sábanas y se acostó.
Escuché otro grito de mi papá y me aferre con mayor fuerza a la sábana mirando la puerta cerrada.
-Ven- dio pequeños golpes en la almohada que había junto a él -, acuéstate.
Los gritos de mis papás se escucharon más fuerte, así que le hice caso. Me acosté junto a él y me tapé con la sábana hasta cubrir mi cabeza, pegando mi cuerpo al suyo. Freddy también se escondió debajo de la sábana y me miró.
-¿Por qué papás están gritando?
Me miró confundido.
-No están gritando
Otro grito, otro estruendo.
Sentí como mis ojos se comenzaron a llenar de lágrimas.
-Están peleando- le dije con la voz rota.
Una lágrima abandonó mis ojos y recorrió mi mejilla. Pero mi hermano la capturó con la punta de su dedo y la eliminó mirándome confundido.
-No están peleando, están viendo una película de terror- hizo una voz de suspenso en la última palabra.
Fruncí el ceño y me pegué más a él.
-Pero son las voces de nuestros papás.
-¿Ah sí?- afirmé con la cabeza, acarició mis mejillas limpiando el rastro de lágrimas que no había podido controlar -. Entonces los actores tienen las voces de nuestros papás.
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Querer © #1
Teen FictionUna chica, once chicos y una casa. Doce adolescentes que eligieron a su familia cuando la suya les falló. Doce adolescentes viviendo en una sola casa, nada podría salir mal ¿O si?. Tomando en cuenta que doce son chicos, una chica, dos parejas de he...