Bajo la Luz de las Antorchas

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El eco de pasos firmes resonaba en el pasillo del castillo, cada golpe contra el suelo de piedra reverberando a lo largo de los antiguos muros, como si el propio castillo compartiera el latido de un corazón intranquilo

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El eco de pasos firmes resonaba en el pasillo del castillo, cada golpe contra el suelo de piedra reverberando a lo largo de los antiguos muros, como si el propio castillo compartiera el latido de un corazón intranquilo.

La luz mortecina de las antorchas titilaba en las paredes, proyectando sombras danzantes que parecían susurrar secretos inconfesables. El aire estaba impregnado de una frialdad que calaba hasta los huesos, amplificando la sensación de misterio y peligro inminentes.

Gabriel y Alexander avanzaban en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. La tensión entre ellos era palpable, una presencia casi tangible que flotaba en el aire, llenando el espacio con una sensación de inminencia.

Las paredes, decoradas con tapices desgastados que contaban historias de batallas pasadas, parecían observarlos con una mirada silenciosa y expectante.

Finalmente, en un rincón oscuro del pasillo, justo antes de llegar a los calabozos, Gabriel se detuvo abruptamente. Sus ojos buscaron respuestas en la mirada enigmática de Alexander, que raramente revelaba sus verdaderos pensamientos.

El silencio se volvió más pesado antes de que Gabriel lo rompiera con una voz llena de cautela y preocupación.

—Alexander, ¿qué pretendes con esa chica? —preguntó Gabriel, sus palabras resonando con una mezcla de desconfianza y genuina inquietud.

Alexander guardó el silencio por un instante, dejando que la pregunta flotara en el aire. Sus ojos se reflejaban en la luz vacilante de las antorchas, creando un destello misterioso. Finalmente, habló con una calma calculada, sin revelar el enigma por completo.

—No estoy seguro, Gabriel. Algo en ella despierta mi interés, pero no sé qué es. Hay algo en su presencia que va más allá de lo común —confesó, su voz suave, pero firme, sus ojos aún fijos en el fuego oscilante.

Gabriel frunció el ceño, la duda arrugando sus facciones. La influencia de Serafina sobre Alexander era evidente, y eso lo inquietaba profundamente. Sin embargo, decidió centrarse en el asunto más urgente.

—Nocturnia está en peligro Alexander, antes de que esa chica llegara, habíamos recibido informes de movimientos inusuales de Lucían y la llegada de Serafina podría ser una simple coincidencia, pero no podemos permitirnos distracciones en este momento crítico —advirtió Gabriel, su voz grave y cargada de seriedad.

Ambos continuaron su camino hacia los calabozos, donde un prisionero aguardaba, prometiendo revelar información crucial sobre los planes del enemigo.

—Nunca pensé ver a mi primo intrigado por una hembra, y mucho menos por una humana. En serio, Alexander, una humana.

Si no hubiera entrado en la biblioteca, la hubieras besado, Dios —Gabriel sacudió la cabeza, su voz teñida de incredulidad y una pizca de humor ácido, Alexander solo le lanzó una mirada penetrante antes de continuar su camino, sin dignarse a responder.

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