SANGRE Y SEDUCCIÓN

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Después de esa reunión tan tensa donde Emily se sintió parte del núcleo de decisiones, Alexander la miró con una sonrisa cálida, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y complicidad

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Después de esa reunión tan tensa donde Emily se sintió parte del núcleo de decisiones, Alexander la miró con una sonrisa cálida, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y complicidad. El aire entre ellos parecía cargado de electricidad, como si una fuerza invisible los atrajera el uno al otro.

Gabriel, notando la intimidad palpable entre ambos, decidió darles su espacio y se retiró discretamente, dejándolos a solas.

Su partida pareció amplificar la conexión entre Emily y Alexander, como si de repente estuvieran aislados en su propio universo privado.

—Gracias por estar aquí, Serafina —dijo Alexander, su voz suave y cargada de emoción.

Cada palabra parecía resonar en el silencio de la habitación, cargada de un significado más profundo que Emily podía percibir, pero no descifrar completamente. —¿Quieres ver algo?

Emily asintió con curiosidad, acercándose a él para ver lo que tenía en sus manos.

Su corazón latía con fuerza, anticipando algo especial, algo que solo Alexander podría compartir con ella.

—¿Qué es eso que tienes ahí? —preguntó con genuino interés. Su voz apenas un susurro en la intimidad del momento.

Alexander sostuvo el objeto con cuidado, como si fuera el tesoro más preciado del mundo. Su expresión se tornó melancólica mientras lo observaba, sus ojos reflejando recuerdos de un pasado que Emily anhelaba conocer.

—Este es el último regalo que mi madre me dio —explicó con un dejo de nostalgia en su voz. La vulnerabilidad en sus palabras hizo que Emily sintiera una conexión aún más profunda con él. —¿Quieres ver?

Emily se acercó aún más, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo por la cercanía de Alexander. El calor del cuerpo de ella, el aroma de su perfume, todo contribuía a intensificar sus sentidos. Emily se colocó frente a él.

Emily pudo ver el objeto con más claridad. Era una especie de espejo encantado, cuya superficie parecía capturar la luz de la luna de una manera única. El cristal parecía vivo, pulsando con una energía misteriosa que la cautivaba.

—Si ves por aquí y miras la luna, reflejará colores y diseños que se forman si lo giras —explicó Alexander. Su aliento frío rozó la piel sensible del cuello de Emily. Sus palabras eran suaves, casi hipnóticas, mezclándose con la magia del momento.

El contacto sutil, pero eléctrico entre ellos envió un escalofrío por la espalda de Emily, su cuerpo temblaba ligeramente bajo la influencia de la tensión sexual que flotaba en el aire Cada roce, cada mirada, era un recordatorio del magnetismo innegable que existía entre ellos, una atracción que se había vuelto imposible de ignorar

A pesar de la atmósfera cargada de deseo, ambos se contuvieron, conscientes de las responsabilidades y las complicaciones que rodeaban su situación. Sin embargo, el palpable magnetismo entre ellos permaneció, creando un vínculo silencioso, pero poderoso, que los unía en ese momento íntimo.

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