El Encuentro Nocturno

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                 La noche cubría Nocturnia con su manto oscuro, apenas rasgado por la luz vacilante de las antorchas que bordeaban la Plaza Central

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                 La noche cubría Nocturnia con su manto oscuro, apenas rasgado por la luz vacilante de las antorchas que bordeaban la Plaza Central. La multitud, un mar de rostros ansiosos y expectantes, se agolpaba alrededor de la explanada.

Las sombras de los ciudadanos se proyectaban sobre las paredes de piedra, danzando al compás de las llamas que iluminaban el imponente castillo al fondo.

Gabriel, con su armaduraresplandeciente bajo la luz de las antorchas, se adelantó hacia el estradoelevado desde su posición. Su cabello negro y largo enmarcaba un rostro de rasgos refinados y pielclara, mientras sus intensos ojos azules destellaban autoridad y firmeza. Suvoz, potente y clara, rompió el murmullo expectante.  

—¡Ciudadanos de Nocturnia! —exclamó, su voz resonando en cada rincón de la plaza —Hoy somos testigos de la traición que intenta minar nuestra seguridad

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—¡Ciudadanos de Nocturnia! —exclamó, su voz resonando en cada rincón de la plaza —Hoy somos testigos de la traición que intenta minar nuestra seguridad. Estos espías enviados por Lucían han violado nuestra confianza y buscaban información que pondría en peligro a nuestro reino.

Los espías, con capuchas que ocultaban sus rostros, permanecían de pie ante la multitud y las autoridades. Sus figuras eran sombras inquietantes bajo la luz vacilante, la tensión palpable en el aire.

Gabriel añadió con un tono severo y mordaz:

—La traición no será tolerada. Estos traidores sufrirán el castigo que su lealtad a Lucían merece. Que esto sirva como advertencia a quienes intenten socavar la paz de Nocturnia.

A su lado, Alexander, observaba con una calma espeluznante Sus ojos, fríos como el hielo, y peligrosos como el mar, escudriñaban a los prisioneros con una intensidad que parecía atravesar sus capuchas. No necesitaba palabras; su sola presencia bastaba para imponer un silencio reverente entre los presentes.

La multitud murmuraba en un susurro colectivo, una ola de voces bajas que se alzaba y caía. Mientras Emily, enterada de los espías que habían sido capturados y llevados a la plaza central se alistó guardando la esperanza de encontrarse con ese chico que no ha podido sacara de su mente, al llegar vio una gran multitud, camino hasta un lugar donde podía tener la visión despejada de todo el luga. Ocultalta en un rincón apartado, observaba discretamente.

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