En las profundidades de Nocturnia, donde la oscuridad se entrelaza con la majestuosidad de la noche, se despliega un épico conflicto entre razas ancestrales. En este reino de misterio y seducción, Alexander Nocturne, el monarca de la noche, ejerce s...
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Año 1300 DC, Nocturnia.
Hoy, como tantas otras noches interminables, me encuentro frente a las sombras de mi habitación, sumergido en la penumbra que parece abrazarme con cada respiración.
Mis ojos recorren las estanterías que albergan los tesoros de la sabiduría ancestral de Nocturnia, buscando algo que pueda aliviar el peso de la soledad que pesa sobre mis hombros inmortales.
Emily comienza a recorrer con sus dedos las páginas de ese libro, cuyas páginas amarillentas parecen susurrar secretos olvidados. Lo tomo entre mis manos con reverencia, sintiendo el peso de los siglos que ha soportado.
Al abrirlo, el aroma a tinta y polvo me envuelve, como si el tiempo mismo se detuviera para escuchar mis pensamientos. Con una pluma en mano y el corazón cargado de recuerdos, comienzo a escribir en las páginas gastadas del libro.
Las palabras fluyen de mi mente con una facilidad sorprendente, como siestuvieran esperando ser liberadas desde hace eones.
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Querida Emily,:
Comienzo, escribiendo tu nombre, que bañe mis labios con una dulzura que hace tiempo creía haber perdido, en este mar de oscuridad en el que navegó, tus recuerdos son mi único faro, la luz que guía mi camino en la noche eterna.
Cada palabra que escribo es un tributo a nuestro amor perdido, una oda a la belleza de lo que una vez tuvimos y que se desvaneció entre las sombras del destino.
Intento capturar en ellas la esencia de tu ser, la esencia de lo que fuimos juntos, en un intento desesperado por aferrarme a los fragmentos de un pasado que se desvanece entre mis dedos.
Te extraño más de lo que las estrellas extrañan, el sol en las noches sin luna continúo, dejando que mi corazón hable a través de mis palabras.
Cada momento sin ti es un tormento que me consume, una herida que sangra sin cesar en el alma inmortal que habita en este cuerpo maldito.
El silencio de la noche parece abrazarme mientras escribo, como si las sombras mismas estuvieran escuchando mi confesión con atención reverente.
