LA ILUSIÓN DE LUCÍAN DESAPARECE

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 En la habitación de Lucían, Emily seguía atrapada en la ilusión

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 En la habitación de Lucían, Emily seguía atrapada en la ilusión. Sus ojos reflejaban una mezcla de amor y desesperación, ajena al sufrimiento de Alexander y al plan retorcido de su captor.

La habitación estaba sumida en una penumbra inquietante, iluminada solo por la luz tenue de las velas que proyectaban sombras danzantes en las paredes de piedra.

Lucían observaba a Emily con una sonrisa satisfecha. Cada instante que pasaba, su control sobre ella se fortalecía, convirtiéndola en un títere de sus deseos más oscuros.

El aroma a incienso flotaba en el aire, una mezcla embriagadora que añadía una capa de irrealidad a la escena.

—Mi dulce Emily, nunca había sentido un amor tan profundo como el que siento por ti en este momento. Juntos seremos imparables —dijo Lucían, su voz un susurro de veneno que se mezclaba con el crepitar de las llamas.

Emily, perdida en la ilusión, apenas podía distinguir entre la realidad y el engaño. Cada palabra de "Alexander" se grababa en su mente, alimentando la ilusión de un amor que ella anhelaba con desesperación. Sus ojos comenzaron a brillar de emoción, llenos de un deseo casi palpable.

—No puedo imaginar mi vida sin ti, Alexander. Eres mi todo.

Lucían, disfrutando del poder que ejercía sobre ella, continuó tejiendo su red de mentiras y engaños, llevándola aún más profundo en su telaraña de manipulación. El ambiente estaba cargado de una tensión erótica, cada movimiento calculado para intensificar su control.

—Juntos gobernaremos Nocturnia, mi amada. Nadie podrá detenernos, ni siquiera el destino mismo.

Cegada por el amor ilusorio y la promesa de poder, Emily se aferraba a cada palabra de "Alexander", sin darse cuenta del abismo en el que se estaba adentrando.

En la penumbra de la habitación, Lucían avanzó hacia Emily con un aire de deseo palpable, sus ojos centelleando con una lujuria siniestra mientras se acercaba a ella con un movimiento felino. Las sombras danzaban a su alrededor, como si la oscuridad misma conspirara con él.

Lucían sujetó a Emily con firmeza, acercándola más a su cuerpo ardiente mientras susurraba con voz grave. —Mi hermosa Emily, déjame adorar cada centímetro de tu piel de alabastro. Déjame saciar esta sed abrasadora que tengo por ti.

Emily dejó escapar un gemido entrecortado, su cuerpo estremeciéndose bajo las caricias impacientes de Lucían. Sus dedos trazaban caminos ardientes sobre su piel, encendiendo chispas de deseo en cada contacto.

—Alexander... tus caricias son una deliciosa tortura. Quémame con tu pasión.

Lucían sonrió, sus labios curvándose con lujuria mientras sus manos recorrían las suaves curvas de Emily. —Arderás en mi fuego, mi tentación. Tus gemidos serán la música de esta noche.

Con un movimiento ágil, Lucían la empujó contra el colchón, sus cuerpos fusionándose en un abrazo incandescente. Sus labios se encontraron en un beso hambriento, sus lenguas entrelazándose en una danza frenética.

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