El dolor de Emily era más que evidente, palpable en cada gesto tembloroso y en cada mirada que buscaba desesperadamente a Alexander.
A pesar de su debilidad física, su determinación ardía como una llama titilante en la oscuridad, una luz frágil pero persistente que se negaba a ser apagada por el peso abrumador de su sufrimiento.
—No llores, Alexander, mi amor —dijo Emily con voz suave, aunque débil, una sonrisa efímera aflorando en sus labios.
—Me alegra volver a verte y saber que estás bien, te extrañé... tanto... —añadió con sinceridad, sus palabras llenando el corazón de Alexander de esperanza y amor, aunque sabía que el tiempo que les quedaba juntos era limitado.
Cada tos de Emily era como un golpe directo al corazón de Alexander, un recordatorio constante de la fragilidad de su existencia y de lo efímero de su amor.
—Lo siento, Serafina... No puedo soportar verte sufrir de esta manera. —murmuró Alexander con angustia, sus manos temblorosas limpiando la sangre de los labios pálidos de Emily.
A pesar del dolor y la debilidad que la consumían, Emily se esforzó por hablar, su voz apenas un susurro entre los espasmos de tos y la sangre que brotaba de su boca.
—Perdóname, Alexander... por todo el dolor y decepción que te causé, lo siento mucho... —susurró con dificultad, sus ojos llenos de lágrimas encontrándose con los suyos. —Por todo lo que te he hecho pasar, por los momentos de oscuridad que te he causado.
Las palabras de Emily resonaron en el alma de Alexander, quien la miraba con amor y compasión.
—No tengo nada que perdonar, mi dulce Serafina. —respondió Alexander con voz entrecortada, acariciando con ternura su rostro pálido y ensangrentado. —Estaré a tu lado, pase lo que pase. Siempre te amaré.
Con lágrimas corriendo por sus mejillas, Alexander selló sus palabras con un beso lleno de amor y promesas por cumplir, sabiendo que cada segundo junto a Emily era un regalo precioso que atesoraría por el resto de su vida.
El grito desgarrador de Alexander resonaba en la sala del castillo, un eco de desesperación que llenaba el vacío dejado por la desaparición de Emily. Sus sollozos angustiados se mezclaban con el eco de sus propias palabras, pronunciadas con una impotencia abrumadora.
Cada fibra de su ser anhelaba la presencia reconfortante de Emily, pero la realidad cruel se cernía sobre él como una losa insoportable. La habitación parecía empequeñecerse a su alrededor, como si el dolor que lo consumía amenazara con aplastarlo bajo su peso abrumador.
—¡Serafina, por favor, no me dejes! —clamaba Alexander, su voz llena de desesperación y dolor, mientras el eco de sus palabras se perdía en los rincones oscuros del castillo, sin encontrar respuesta alguna.
Sus ojos buscaban desesperadamente cualquier indicio de la presencia de Emily, pero solo encontraban el vacío frío y desolador que ahora lo rodeaba. Cada recuerdo de su amada se agolpaba en su mente, una tormenta de emociones que amenazaba con arrastrarlo hacia la oscuridad más profunda.
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NOCTURNIA
FantasyEn las profundidades de Nocturnia, donde la oscuridad se entrelaza con la majestuosidad de la noche, se despliega un épico conflicto entre razas ancestrales. En este reino de misterio y seducción, Alexander Nocturne, el monarca de la noche, ejerce s...