En las profundidades de Nocturnia, donde la oscuridad se entrelaza con la majestuosidad de la noche, se despliega un épico conflicto entre razas ancestrales. En este reino de misterio y seducción, Alexander Nocturne, el monarca de la noche, ejerce s...
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Mientras tanto
Alexander yacía inmóvil en el suelo del jardín del castillo, su cuerpo estaba frío y sin vida. Pero dentro de su mente, una batalla feroz se libraba. Encerrado en un paisaje onírico creado por el sello de Lucían, Alexander luchaba contra sus propios demonios. Visiones de Emily sufriendo a manos de Lucían lo atormentaban, cada imagen era un golpe directo a su corazón.
—¡No! ¡Serafina! —gritaba Alexander, su voz resonaba en el vacío. Sentía una desesperación abrumadora, una necesidad imperiosa de protegerla. Pero no podía moverse, no podía alcanzarla.
De repente, una luz apareció en la oscuridad. Una figura familiar emergió de la penumbra, una figura que Alexander reconoció al instante.
—Madre... —susurró, su voz era un eco de incredulidad y esperanza.
La figura se acercó, revelando a la difunta Madre de Alexander, la antigua reina de Nocturnia. Su semblante era serio, pero lleno de sabiduría.
—Alexander, hijo mío. Debes levantarte. Serafina te necesita más que nunca. No puedes permitir que la oscuridad te consuma —dijo el espíritu de su madre, cuya voz era un bálsamo para el alma atormentada de Alexander.
—Pero... ¿Cómo? Estoy atrapado. No puedo alcanzarla... —respondió Alexander, su voz era un lamento desesperado.
El espíritu de su madre colocó una mano en su hombro, transmitiendo una sensación de calidez y fortaleza.
—La verdadera fuerza no reside en el cuerpo, sino en el corazón y el espíritu. Recuerda quién eres, Alexander. Recuerda lo que defiendes. El amor que sientes por Serafina y tu pueblo es más fuerte que cualquier oscuridad. —dijo, sus palabras eran una llamada a la acción, un faro de esperanza en el abismo.
Alexander cerró los ojos, concentrándose en las palabras de su padre. Sentía una chispa de fuerza en su interior, una llama que se negaba a extinguirse. Con un esfuerzo monumental, comenzó a levantarse. Sentía el peso de la oscuridad, pero también la luz de su amor y su deber.
—Serafina... —susurró, su voz era un mantra, una promesa de rescate.
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