14. Viaje juntos

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Es cierto que, cuando uno quiere viajar con su pareja, uno de los primeros y más importantes inconvenientes es lo económico. Muchos desean ir a diferentes partes del mundo con su ser amado, pero a menos que decidan invitar a otra persona o ahorrar intensamente, las posibilidades de lograrlo pueden ser complicadas. La economía entre dos personas suele ser una gran piedra en el camino. Sin embargo, para esta pareja de tres, esos problemas no resultaban tan evidentes. Al ser todavía una relación joven —todos en sus últimos veinte— y contar con mejores condiciones económicas, especialmente porque uno de ellos tenía una buena herencia, podían organizar cuantos viajes quisieran. Buenos trabajos, buena economía; para estos tres, estar en una relación poliamorosa les brindaba ciertos lujos.


No habían hecho tantos viajes como les gustaría; aún eran jóvenes y tenían una larga vida por delante, pero ya habían visitado varios destinos que les fascinó conocer. Desde las playas de Punta Cana, en la tropical República Dominicana, hasta el Cristo Redentor en el cálido Brasil, sin duda disfrutaban de buenas acomodaciones y lo aprovechaban al máximo. Sus viajes significaban mucho para ellos, no solo por la oportunidad de conocer nuevos lugares y aprender de diferentes países, sino porque pasar tanto tiempo juntos en territorios desconocidos los unía de una manera que no podían explicar. Sin embargo, el viaje en el que se encontraban en ese momento, aunque también se enfocaba en la segunda razón, tenía un valor más sentimental y nostálgico.


—¡Vamos, Adal! ¡Tómala de una vez!


El desesperado llamado venía del joven Oliver, cuya apariencia andrógina confundía a cualquiera que lo viera. Su largo cabello rubio, recogido en una coleta, hacía un bello contraste con su único ojo visible, de un intenso azul, mientras que el izquierdo estaba cubierto por un parche. Además, debido al caluroso sol de esa época en el país, llevaba una linda y corta falda blanca y una camiseta sin mangas, dejando a la vista las líneas de su sostén. Quizás no era solo su llamativa postura lo que atraía las miradas, tal vez su forma de vestir era algo atrevida, pero él seguía gritando sin parar, mientras uno de sus novios, Adal, lo ignoraba por completo.


Oliver estaba frente a la catedral de Milán —en efecto, se encontraban en Italia— e intentaba desde hacía rato conseguir una hermosa foto junto a la majestuosa arquitectura, pero había tenido la mala suerte de que Adal fuera extremadamente meticuloso con las fotos. Ya llevaba más de diez minutos posando, esperando que el chico decidiera cuál era el mejor ángulo. Para su desgracia, Oliver ya sentía las piernas entumecidas.


—... Por favor, no es tan difícil —murmuró. Fue entonces cuando el último integrante de la polícula, Harry, tomó la lujosa cámara de las manos de Adal para sacar la foto de una vez. Harry, quien se había ido un rato para comprar algunos víveres, se sorprendió al ver que Adal aún seguía midiendo los ángulos, mientras el pobre Oliver permanecía tieso como una estatua, avergonzado por estar tanto tiempo en la misma posición. Tal vez era mejor que Adal no tomara más fotos durante el resto del viaje.


—¡Ya tenía el ángulo perfecto! —protestó Adal, frunciendo el ceño mientras movía la cámara con frustración. Su corto cabello rizado se sacudía ligeramente con cada gesto de molestia, y sus ojos celestes brillaban con una mezcla de irritación y orgullo herido. Vestía una larga falda negra que ondeaba un poco cuando dio un paso hacia adelante, claramente contrariado por la interrupción. Apretó los labios, como si no pudiera aceptar que, después de tanto esfuerzo para encontrar el ángulo exacto, su novio hubiera arruinado el momento.

«Love Comes In Different Ways» Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora