15. Preocupaciones

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El espectáculo teatral siempre fue lo que, durante toda su infancia, Ophelia consideraba su lugar seguro. Recordaba cómo, en su país natal, Escocia, veía junto a sus padres a todas aquellas personas que, por unas horas, fingían ser alguien completamente diferente, interpretando sus papeles de manera tan magistral que encantaban a cualquiera dispuesto a observar. "Los actores son mágicos", pensaba Ophelia en su niñez. Quería ser como ellos, dejar de ser por un momento esa niña temerosa que siempre se ocultaba detrás de su madre, asustada de lo que dirían de ella.


Sin embargo, cada vez que se le presentaba una oportunidad para entrar en el teatro —ya fueran clases en alguna escuela especializada o alguna actuación escolar—, los nervios la dominaban y terminaba en los brazos de su madre, quien la consolaba mientras Ophelia lloraba por no ser más valiente.


Con los años, muchas cosas cambiaron rápidamente en su vida: el divorcio de sus padres, la mudanza a Estados Unidos, y el cambio a una escuela menos estresante. Aun así, el miedo a los escenarios permanecía. Pensar en estar sobre uno de ellos, reservado para personas con verdadero talento, la hacía sentir que su sueño era imposible. Pero, gracias a las palabras alentadoras de su madre, es que a sus dieciséis años reunió el valor suficiente para entrar al club de teatro de su nueva escuela. Aunque, en cuanto puso un pie en ese lugar, se arrepintió.


Ophelia, una chica morena, alta, de ojos marrones y largo cabello blanco teñido, destacaba por su atuendo: siempre llevaba ropa abrigada, incluso cuando no hacía frío, y una falda larga de color púrpura. Su rostro estaba parcialmente oculto por una mascarilla, que llevaba porque nunca había estado cómoda con su apariencia. Aunque no participaba activamente en los espectáculos, siendo una fan secreta del teatro, asistía a todas las presentaciones. Reconocía a la mayoría de los chicos del club, pero ellos solo la veían como otra aficionada que no duraría mucho.


Fue una sorpresa cuando le asignaron un compañero para la siguiente obra: James Johnson. Lo conocía de vista, aunque no era precisamente su favorito. Era un chico alto, de cabello castaño y pecas, con una sonrisa tan segura de sí misma que lo hacía parecer arrogante. No era un mal chico, pero cada vez que lo veía actuar, Ophelia solo pensaba que era un suertudo con el ego muy alto. Aun así, agradeció que cuando él se le acercó cuando los emparejaron, al menos fue respetuoso, dentro de lo que cabía.


Al finalizar el día, exactamente su cuarto día en el club, Ophelia estaba en la parte trasera del escenario, recogiendo sus cosas, cuando escuchó a alguien acercarse. Un silbido familiar le hizo girarse, y allí estaba James, con la misma confianza de siempre, como si todo fuera una broma.


—Sabes, si quieres, podemos practicar después del club —dijo con una sonrisa pícara que la dejó más confundida que otra cosa. Aunque era un chico guapo, Ophelia supo que era mejor estar a la defensiva.


—Lo siento, tengo que trabajar —respondió con frialdad.


—Ya veo. Bueno, de todas formas, deberías ajustarte. Es importante darle prioridad al club si quieres cumplir bien tu papel —esta vez, su sonrisa se desvaneció, y la seguridad en sus ojos azules se tornó en una mirada seria—. Entiendo, eres nueva y no sabes cómo funciona todo esto, pero, como experto del club, te digo que debes soltarte un poco más.


—¿Disculpa? —replicó Ophelia, sintiéndose ofendida.


«Love Comes In Different Ways» Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora