19. Caricias en el pelo

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Cuando uno ve a la persona que más ama en el mundo, sin importar el contexto, suele sentir el impulso de estar cerca de ella en todo momento, especialmente cuando están solos. Es una reacción instantánea, como si el simple contacto con esa persona pudiera purificarte de una forma casi mágica. No es solo un beso, incluso el simple acto de tomarle la mano es suficiente. Pero, ¿qué pasa cuando la persona que amas es solo tu amigo, sin intenciones de ser algo más? Tal vez algunos, con una mentalidad más retorcida, intenten forzar su presencia y provocar acercamientos, sin considerar los sentimientos del otro. Sin embargo, en la situación que se presenta en esta historia, es todo lo contrario.


Seth, un demonio que llevaba infiltrado en el mundo humano desde hacía muchos años, mantenía una apariencia humana para no espantar a las personas. Su cabello oscuro, liso y brillante, caía suavemente hasta su nuca, mientras que sus ojos rojos brillaban intensamente, como dos rubíes encendidos. Con su imponente altura de poco más de metro ochenta, siempre vestía de manera impecable, con trajes elegantes que realzaban su figura, lo que hacía que su atractivo fuera innegable, tal como dictaban las antiguas leyendas sobre su especie. A pesar de su gran belleza y apariencia casi perfecta, Seth no era un gran admirador de los humanos. Sin embargo, le fascinaba profundamente todo lo que habían construido: los idiomas, las costumbres, las grandiosas edificaciones. Cada aspecto de la cultura humana lo atraía de manera formidable, y podía pasar días viajando por diferentes países, sumergiéndose en cada detalle para comprenderlo a fondo.


No obstante, su visión de los humanos como individuos era muy distinta. Los veía como seres inferiores, por debajo de él, incapaces de olvidar el daño que habían causado a lo que alguna vez fue un paraíso. Ser amigo del nieto del señor de las tinieblas no era algo que muchos pudieran presumir. Aun así, solo una persona, sin siquiera saberlo, ostentaba el título único de ser el humano que había logrado ganar su corazón.


En aquel momento, Seth y Harper estaban sentados en un pequeño café, justo después de una tarde de patinaje. El sol aún se filtraba a través de las ventanas, dándoles una vista tranquila de la calle mientras bebían sus cafés. Harper, agotada pero con una sonrisa en el rostro, llevaba aún las marcas de la diversión: sus mejillas pecosas enrojecidas por el esfuerzo y el cabello rizado algo alborotado tras el ejercicio. El patinaje era uno de sus hobbies favoritos, algo que a Seth le encantaba observar aunque no compartiera la misma pasión por él. Habían patinado por el parque, y ahora descansaban frente a una mesa que parecía más una línea divisoria entre ellos.


—Entonces... si... —Harper intentó seguir el razonamiento de su amigo, aunque desde que llegaron, él no había parado de hablar de un tema que, para su desgracia, le resultaba un poco complicado de entender. Era típico del chico tocar esos temas, siempre con esa calma natural que lo caracterizaba, pero ella se quedó en blanco. A pesar de que Seth podía hablar de los temas más complejos como si fueran simples, Harper sentía que la conversación daba tantas vueltas que le costaba seguirle el ritmo.


Seth, con su usual media sonrisa, la miró desde el otro extremo de la mesa. Había algo casi musical en su forma de hablar, pero en ese momento, simplemente la observaba con esa tranquilidad que lo caracterizaba. El café estaba cálido, pero no más que su mirada fija en Harper, quien para él, en toda su belleza desordenada, con su chaqueta verde oliva y su piel pecosa, era un enigma fascinante.


—¿Si qué, Harper? —preguntó Seth, todavía sonriendo. Su tono era suave, como si disfrutara verla lidiar con sus propias palabras.

«Love Comes In Different Ways» Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora